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Demonios y miedos

—¿Y hasta donde llegar? La paz que he buscado no la encuentro acá, en mi hogar, ya no se como hacerlo una que te vas a acordar todo el resto de tu vida!. Andrea, me oíste!
Denantes cuando venía llegando, en la esquina estaban pintando la casa, no me fijé, es que venía pensando en el trabajo de mañana, creo que tendré que llegar antes para poder entregarlo en la tarde, el jefe me dijo que era para pasado mañana, pero se lo entregaré antes, y pasé por debajo de la escala, señal de mala suerte, algo mal me puede ocurrir así que no voy a ir a juntarme con mi compadre, más encima a mi mujer se le ocurre adoptar a este gato negro, lo hizo por maldita, me tiene cansado, debo andar mirando para que no se me cruce, un día de estos traigo cianuro y le doy ¿Será malo matar un gato negro?
—¡Mujer, cuantas veces te he dicho que no-té pares bajo del dintel de la puerta! Nunca me haces caso, te puede ir mal conmigo, llévate al gato de acá.

Mañana tengo cita con el psicólogo, voy a llevar todo anotado, es el jefe quien me obligó a ir, si falto a esa cita me pueden echar de la pega, o me va a molestar a lo menos una semana – medita para si

—Amorcito, venga a sentarse a mi lado, usted sabe que el mal genio se me pasa ligerito. Vidita venga sentarse acá a mi lado, veamos una película juntos ¿Quiere amor? Amor, pero deje a su gato afuera por favor, no sea tan enojona con su marido que la ama, si la amo más que al sol.

Su visita al psicólogo fue larga, debió hablar de sus horas de las horas que dormía en las noches, desde que inició sus visitas había aumentado las horas de sueño, de tres horas había pasado a cuatro y el terapeuta necesitaba saber que dormía las ocho horas, habló de sus temores, los que tenían su génesis en las creencias de su madre, lo más complicado son las alzas y bajas en su conducta llegando a golpear a su mujer de manera increíble, dejándola sólo buena para que los médicos la rearmen luego en un segundo regresa a la paz pidiéndole que lo perdone.

—Me ha cansado la tonterita de venir a este psicólogo, yo estoy bien, claro tengo un demonio en mi cabeza a quien no logro controlar cuando emerge, mi vieja es la que “paga el pato”, un día cualquiera la voy a matar, para no llegar a eso debo hacer algo radical, con el psicólogo, pastillas y más pastillas, para dormir y para despertar, para subir y bajar el ánimo, no quiero más esta tortura, un día de estos iré a visitar al olivo y acabar de una vez por todas.

Sin querer, un gato negro se cruzó por delante de Simón, de nada valieron los consejos del profesional, regresaron los miedos de inmediato.

—¡Concha! Se me cruzó un gato, algo grave va a ocurrir, no voy a mi casa, no le haré daño a mi Andrea, si entro en casa sé que algo va a pasar y no quiero. ¿Qué hago dios mío? Si mi madre siempre me dijo que era de mala suerte que se cruce un gato negro. No, a mi casa no entro.

Fue a una tienda de rezagos del ejército, compró una mochila, un par de botas dadas de baja, una manta, pantalones verde oliva, un suéter grueso, un jarro y marmita de aluminio, pagó y pidió permiso para entrar al baño, se cambió de ropa, metió dentro de la mochila lo que llevaba, salió con ella a la espalda y comenzó a caminar en el sentido contrario a la dirección de su casa, Tomó una micro que lo llevaría hasta los límites de la ciudad, de ahí en adelante caminar, caminar rumbo a la nueva vida para combatir en soledad a sus demonios.

—Iré por la orilla de la carretera, quizá alguien me lleve al sur, haré dedo creo que alguien de buena voluntad me transportará. Saqué la plata que tenía en el banco y, se la transferí a la Andreita, con eso y lo que ella ha ahorrado podrá vivir a lo menos un año, yo me dejo sólo una pequeña parte, para los primeros días, luego, “Dios proveerá” como decía mi mamita. Allí viene un camión espero me lleve.


Fue avanzando a saltos, tal como era su sueño. Como su pinta era la misma de cientos de mochileros, a veces le llevaban algunos kilómetros luego en algún desvío nuevamente a caminar, fueron días largos, hasta que llegó a lo alto de la Cordillera de la Costa, allí bajó y se internó, cuando el cansancio le venció se sentó, afirmó su espalda a un roble nuevo y descansó.

Su mujer cuando no llegó a la hora acostumbrada se preocupó, sabía que el psicólogo lo dejaba inquieto y mal genio. Durmió mal toda la noche, más bien esperó despierta la llegada del marido, la mañana siguiente llamó a la oficina, habló con el jefe, este pensara que estaba enfermo en casa ya que no llegó a trabajar – algo extraño – en los diez años nunca había faltado al trabajo.
A los dos días puso una denuncia por presunta desgracia, con su hermana menor pusieron carteles con la foto del marido en todo el barrio y los adyacentes también cerca de la oficina.

—Vamos al banco para bloquear la cuenta de este hombre, no vaya a ser que lo hayan asaltado y pretendan sacar el dinero que guarda.


En el banco le dijeron que su marido había transferido todo el saldo a la cuenta de ella.
Andrea cerró puertas y ventanas de su casa y también de su corazón, era una hermosa mujer, que estaba gastada y agotadas por la vida que ha levado con su marido.


—Niña lo primero que hice cuando no llegó fue ir hasta el olivo, pensé que se había colgado, hace unos meses encontré una soga con un lazo en un extremo.
—Andrea, no te preocupes mucho, si él no te trataba bien, todos lo sabíamos, si el José Luis le iba a dar una buena paliza por abusador.

Pasaron las primeras semanas y se sumaron meses y nada se sabía, Andrea visitó morgues, cada vez que le avisaban de la llegada de algún NN.

Se fue habituando al monte, su cabello creció lo mismo que sus bigotes y barba. Erró por todos los parajes que le brindaba la cordillera, pasó noches con mucho y frío y días con calor insoportable. Una mañana dio con una cueva escondida, tapada por la hierba, se notaba que hacía años que no era visitada, entró, estaba seca, sin humedad, y tampoco rastro de que era usada por animales, le gustó, y la hizo suya, todo evidenciaba que había sido un horno para hacer carbón vegetal.

También encontró una buena vertiente que le proveyó de agua para beber y bañarse cuando el cuerpo se lo exigiera, se hizo de una buena cama, dura si, pero cama al fin y al cabo, de su mochila salieron algunos libros que había adquirido, se tiro a lo largo en su nueva cama y cerró los ojos y de inmediato le surgió el rostro y cuerpo de su Andrea; se sintió cobarde de haber huido, pensó en su amor por ella, pero, se le aparecieron sus miedos y demonios, ellos poblan su ser, se vio golpeando a su mujer, no se llegó a comprender ya que descubrió que nunca hubo motivo alguno, se sintió tan mal que salió de su habitación y vomitó todo lo que había en su estomago. Regresó a su lecho y lloró.

Busco un lugar en donde hacer un fuego, el frío lo consume, calentó agua y se hizo un té, llega la noche y se acuesta, cierra los ojos y trata de dormir, sus largas vigilias se mantienen, sale a la intemperie y mira las estrellas, cuenta las que fugaces cruzan el cielo, el frío lo hace regresar, se tapa y sigue durmiendo por periodos cortos.

—Chuchas que la embarré, le he hecho tanto mal con mi conducta, son instantes en que ni se como atenuar mi agresividad, ni siquiera llego a sentir celos, no se que irá ha hacer mi mujer, si busca a un nuevo amor no sería raro y será una respuesta a mi tontera, llevo más de un mes en este vagabundear y no me siento con valor a regresar, algún día lo haré, en las noches me atacan mis demonios y es bueno estar acá, los pájaros cantan en el día y durante la noche, debo salir de este infierno.


Encuentra huellas de conejos, coloca trampas y pasan a ser la base de su alimentación, seca los cueros y comienza a colocarlos debajo de su manta, poco a poco siente más blando su lecho, pasan así sus días ¿Y en Santiago?

Andrea siente tristeza por la ausencia de su marido, lo amaba incompresiblemente lo amaba, aún lo hace, a pesar de los maltratos; Se ha construido una coraza con la que ahuyenta a los que dan vuelta en su entorno, algunos se acercan con el argumento de saber de Carlos, ella sabe que lo único que buscan es llevarla a la cama, no piensa en sexo, ya que hacerlo seria pensar en un hombre y su experiencia no es buena.

—He quedado llena de los hombres de por vida - Dice a otras personas y también lo piensa para si –

No le cuesta demasiado vivir, su rostro a veces sonríe, las heridas del cuerpo han ido sanando, las del alma no.
Busca trabajo tampoco se le hace difícil encontrarlo, es profesional, había dejado de trabajar a instancias de su marido.


Pasa un año y sigue su peregrinar por morgues y Postas de Urgencias, extraña menos, su gato se pasea por la casa sin que nadie le moleste, recupera la belleza que había perdido o escondido, mira a la gente con menos miedo y los días transcurren y transcurren las estaciones, va para los tres años de ausencia de Carlos.


El monte y la soledad hacen su efecto en Carlos, en el pueblo más cercano se han acostumbrado a verle de vez en cuando, siempre llega limpio, conserva su costumbre de perfeccionismo y para ver a la gente se baña, se viste con ropa limpia, recorta su bigote y barba y va a buscar algún trabajo que le satisfaga lo mínimo para vivir, no acepta limosnas, hace trabajos de esto y lo otro, luego de reunir lo necesario para comprar lo indispensable, se sienta en la plaza, mira pasar al mundo y ya tarde regresa a su mundo, a su hogar ya con una cama mullida por las pieles de los conejos que han servido de alimento vital y que sus sobras han alimentado a los animales de rapiña de la cordillera.


Leyó de esto y de lo otro, se convirtió en un ermitaño, a veces alguien llegó a conversar y charló tranquilamente. Y fueron ocurriendo en su vida pequeños hechos que le hicieron seguir meditando y seguir flagelándose en su interior. Los recuerdos de Andrea se hacían más vivos, mas necesarios, más reales. Hasta que un día ya al anochecer, cuando recorría la huellas de conejos sintió el canto del tue-tue, se asustó, pero, oyó nuevamente y lo escuchó cantar a su diestra. Pensó en Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, y lo mismo que el épico héroe español cuando la corneja le cantó a la derecha, sintió que el canto del ave agorera le decía que podría regresar a su hogar, se alegró, esa noche se acostó temprano, cerró los ojos y lo ocurrió lo mismo que venía sucediendo desde hacía meses, durmió de un solo viaje desde el anochecer hasta cuando cantaron las aves en la madrugada. Llenó su mochila de lo necesario, la cargó al hombro, cerró la puerta de su hogar, caminó, miró su sitio de tres años y meses y sin nostalgia inició el regreso.

Tres días demoró en llegar a la capital, horas tardó en llegar al barrio en donde había vivido, era media mañana cuando entró a la calle en donde había estado su hogar, caminó esos metros con un temor más grande de los que había vivido en el pasado, llegó a la ventana, miró, vio que no había nadie, y también que todo seguía igual, con más miedo que nunca tocó la puerta y no salió nadie, y nadie podría salir ya que su mujer estaba trabajando, lo presintió y se fue a la plaza más cercana, buscó la sombra de un Jacaranda y esperó, largas horas esperó, paciencia había ganado en sus días de soledad, no sintió hambre, dormitó y cuando eran casi las siete de la tarde, levantó su mochila Y enrumbó a lo que había sido su casa, desde el frente vio luz, se paró en la puerta varios minutos antes de golpear. Tocó tres veces hasta que sintió el caminar de su Andrea.
Abrió la puerta, vio a un hombre de larga barba, delgado, dorado su rostro por los soles y el aire, poco a poco se percató de quien era casi se desmaya.


—Andrea, soy yo.
—¿Qué quieres?
—Saber de ti
—¿Quieres pasar?
—¿Puedo?
—Sigue siendo también tu casa, pasa.

Con un miedo inmenso Carlos entró a lo que había sido su casa, cuando llegó al limite entre cocina y living comedor, miro y preguntó

—¿Hay alguien contigo?
—¿Hombre?
—Si
—No, no hay nadie

Se quedó estático en el lugar, ni siquiera se atrevía a quitar su mochila.

—¡Siéntate hombre!

Fue con cuidado hasta el gran sofá, bajó la mochila y la dejó a sus pies. Finalmente se sentó
En eso estaba cuando Andrea vio que su gato negro entraba con la misma calma de siempre, iba a echarlo ya que regresaron todos y cada uno de sus recuerdos.


—Déjalo mujer, déjalo ¿Cómo se llama?
—Viterbo
—¿Sabías que ni siquiera supe su nombre?
—Lo se.

El gato, dueño absoluto de la casa, le miró, y levantando su cola negra se acostó en su lugar. Carlos acercó una mano y acarició su lomo con suma ternura

Curiche
Noviembre 2006






Texto agregado el 08-12-2006, y leído por 441 visitantes. (19 votos)


Lectores Opinan
06-02-2007 Gran cuento. Me viene a la mente varias dudas, que me dejan pensando, pero una principalmente. ¿Qué representaba inconscientemente el gato para el protagonista? Él huye del mundo, de la ciudad, el médico la civilización. Tal vez el gato fue la excusa perfecta para que recuperara su sueño, su lugar a lado de la esposa, la oportunidad para escapar un rato. Excelente cuento, repito. Mis saludos. lio_mendez
28-12-2006 Como siempre me encanta leerle. Es precioso su relato, a veces tenemos que pensar donde nos puede llevar la mente humana. *****. Un beso de una jaenera. currilla
25-12-2006 Como siempre me siento encantada de leerte***** eslavida
21-12-2006 Cuentas historias con tal lujo de detalles que embelesan, Hoy la vida de dos personas en el fondo enamoradas. Una con sus fobias, con sus miedos y supersticines. La otra, sufrida y abnegada, "llena de hombres", esperando. Una historia tierna y entrañable. Noguera
19-12-2006 Hola Curiche, un gusto como siempre leer tus textos. Este atrapa de inmediato, logras mantener la atenciòn del lector que quiere saber en que para todo aquello. Creo que el ritmo es bueno. El toque costumbrista chileno que es tu marca personal es muy agradable. Saludos!! Tigrilla
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