Me desperté una mañana de febrero cualquiera, había pasado mi cumpleaños aburrido hace días, habiendome emborrachado en un bar sin chiste, repleto de gente sin chiste. Sin embargo había sido bueno, muy bueno, ahora ya, después de 2 años, siento que me quieren, los quiero. Los amigos de la prepa según dicen son los de toda la vida, lo estoy comprobando. Esa mañana me desperté sabiendo que era miércoles, un día más en la rutina , un día más de escuela, un día mas de luz, un miércoles más que vería a mi madre, cansada, agotada de manejar ese pequeño ford azul desde Chapala a nuestro pequeño pero bien decorado departamento. Lo prometo, cualquier gente que entrara a mi casa imaginaría estar entrando a una de esas revistas de diseño de interiores. Todo estaba en su lugar, todo encajaba perfecto, el mueble combinaba con la sabana de la segunda recamara así como los platos de la cocina y hasta el color del carro cuadraban. Se fue consumiendo, acabando, agotando el día, dio la tarde, timbro. La chicharra dejo de sonar como siempre, como todos los días, dicen que hasta los domingos suena, para aquellos despistados que van ese día a seguir estudiando, de esas personas que nunca dejan los libros, de esas personas que uno los juzga hoy y los alaba mañana.
Llegue a la casa, como de costumbre, en ese caballo de acero, gigante, con miles de jinetes que dan tres monedas para poder montarlo. Ese caballo de acero, que devora el pavimento y me trae hasta aquí, donde me espera mi madre, que no he visto este fin de semana. Murió un Tío Abuelo, aunque si lo conocía, soy malo, soy sentimental, soy débil, simplemente me disgustan los velorios, no se que decir, no conozco a los parientes. Hubiera sido un suplicio haber ido, Marito cuanto haz crecido, lo siento mucho, Marito en que año vas, lo siento mucho, Marito que guapo y grandote, lo siento. Abrazo, estrechar mano, abrazo, beso en la mejilla de alguna viejecilla, abrazo, lo siento, acalorado.
Abrí la puerta, la cerré, abrí la reja, la cerré, abrí el cancel, lo cerré, abrí la puerta y ahí estaba mi madre, haciendo el quehacer como de costumbre, con su mandil de Bancapromex, ese viejo mandil que me recuerda a mi padre, ese hombre que salio de mi vida como un rayo cae a la tierra, sin embargo la sangre llama, lo quiero, se que lo quiero, lo quiero querer. Quejas, que no he comido, que no tendí la cama, que esta sucio mi cuarto, que cada ves hay mas embaces, etc. Me aburro, corro a refugiarme a mi cuarto, prendo la computadora. Cuando estoy abriendo el ICQ, ese mundo cibernético que en Chapala no se conocía, veo caer cobre el teclado una tarjeta de presentación. Wilson Farms, Ignacio Del Rio, Manager, Wilson Road 113, Fulton, Mississippi.
Hice el típico gesto de niño inconforme. Mi madre me explico que era mi tío, el hijo de Jorge, el muerto. Me dijo también que ella le había comentado que me gusta trabajar en verano, me ofreció trabajo. Yo seguía solamente oyéndola, no le entendía, como un tío que ni siquiera conozco, que vive en un lugar que ni siquiera puedo imaginar donde esta, me ofrece trabajo. Es más, ni siquiera tenia visa. Me siguió contando, que tiene una granja de gallos de otro tío que ni siquiera había escuchado en mi vida, Arnoldo el rey del plástico, cacique de Jiquilpan. De inmediato me vino a la mente ese capitulo de los Simpson donde Bart se va a un “intercambio a Francia” y llega a una fabrica de vino donde lo hacen esclavo. De inmediato abrí mi mail y escribí, empecé con unas palabras de pésame, después aclaré que a mi madre se la había safado un tornillo y cerrando me puse a sus ordenes, esperando que las palabras de mi madre estuviera llenas de verdad, que sean como los mandamientos de moisés y que lo mejor de todo, se cumplieran.
No solo respondió el mail de la manera mas atenta, sino que me hablo por teléfono, es muy gracioso oír a alguien con esa voz, esa vos amable e inspiradora, esa vos que sabes que te aprecia, te quiere y te cuida, no se, ese sentimiento es muy raro y mas viniendo de alguien que no conozco y no me conoce, pero de entrada me dio muy buena espina, me explico el show, me dijo que el pagaba y después con mi sudor yo reponía. Me convenció, mas que un vendedor de Omnilife, simplemente me cautivo, moría porque que fuera ese día, ese 29 de mayo que había acordado llegar haya, ese domingo, que no se convertiría en un domingo más, sino: en El Domingo.
Llego el día, se nublan los recuerdos, pues de la emoción vivía por instinto, baje y subí en Atlanta ¿Cómo?, solo Dios lo sabe. Llegue a Memphis, baje del avión. Llegue a donde todos reciben a los pasajeros y de repente, me acorde; no lo conozco. Sin embargo no entre en pánico había sido una experiencia maravillosa, tenia 17 años y había podio burlar a los Yankees. I`m studing, I came to visit my aunt to Mississippi, I`m in summer vacations, I will return in August to Mexico, to continue my stiudies. Casi me lo sabia de memoria, no es que no sepa ingles pero me daba pavor pasar la migra.
Volteé a un lado, vi gringos, voltee a otro lado, volví a ver gringos, me di una segunda oportunidad y lo vi, no se como lo reconocí, a lo mejor por esa carra redonda igual a la de sus hermanos, o por estar acompañado de un piasa y ser los únicos con rasgos mexicanos a 5 kilómetros a la redonda. Pero ya, empezaba mi viaje, la gran aventura, mi tío, ahí estaba, no se, lo quería, es gracioso como con una simple llamada y una atención digna de un padre., te ganan el corazón. Sin decirle nada lo abrace y nos dirigimos a una caseta telefónica, marco unos números que se me hicieron familiares, oí la voz de mi madre.
Me desperté una mañana de julio cualquiera, las piernas me dolían y mi cuerpo estaba a un punto de desfallecer de lo cansado que estaba, llevaba un mes trabajando, como nunca, esas jornadas en el supermercado de Chapala son como comparar un estudiante de kinder con un profesionista. Me arrastre como pude a mi maleta, la abrí, tome el sobre azul, lo abrí, olí, olí, y volví a oler, me habían pagado. Tenía en mis manos 1500 dólares, para mi edad y en especial para mi era una fortuna, de repente me imagine como los grandes, Rico Macpato, Señor Berns, etc. Me vestí como de costumbre, los jeans de siempre, la ticha de siempre, los tenis de siempre. Hoy era diferente, hoy respiraba más, me sentía más vivo, me impresionaba saber como 150 billetes de 100 dólares hacen la diferencia entre un cuerpo inútil y un cuerpo lleno de energía. Salí casi silbando, como los niños de pueblo cuando están felices, llegue al trailer de mi amigo, grite: CHE CHE vámonos CHE, no hay tiempo para el mate, Marco ya esta en la bodega.
Mis compañeros de trabajo eran singulares, Marco: un potosino de corazón, moreno como la virgen, flaco pero correoso, listo, de esos mexicanos que llegan a Estados Unidos de mojados sin saber una pizca de ingles y que sobreviven. Estaba casado con una gordita, gringa por supuesto, adivinen para qué, así es, acertaron: la residencia. Iván: argentino joven y arrogante, que raro, casi no existen, aunque estaba en la parte inferior de la pirámide social de Buenos Aires, obviamente se sentía superior, trabajador pero soñador.
El sol ya no cala en los hombros; durar horas cavando un hoyo para que al día siguiente lo cubra el agua, un chiste que mata a carcajadas; que un gallo te pique en la pantorrilla, una caricia; alimentar a 2000 gallos y 5000 pollos a pleno rayo de luz, pan comido; trabajar 10 horas con calor húmedo, un abrir y cerrar de ojos; cuando sabes que cada día que pasa son 50 dólares más, el sueño americano se materializa, el dolor se convierte en dulzura. Una granja de gallos de pelea, en un país lejano, extraño, totalmente diferente a mi pueblo Chapala es una mina de oro, es un sueño, donde el esfuerzo físico se transforma en dólares, donde el sudor, en oro verde, donde el cansancio en riqueza, donde una chela bien helada al medio día, sabe a gloria. Todo comenzó así y todo termino de igual manera, volé por donde vine, pase por donde llegue, salí por donde entre y regrese.
Me desperté una mañana de octubre cualquiera, un jueves cualquiera, hace 3 meses desperté del sueño, ahorita estaría preparando la comida de los gallos, la costumbre mata, la costumbre aprisiona, la rutina seca la pasión de vivir, la vida debería de ser un libro en blanco, en fin, me tengo que levantar sino el caballo me deja, donde estarán mis monedas…
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