La vida del condenado transcurría sin prisa. Sin embrago su fin era recorrerla con 2x2x2x2…
Lo malo es que siempre lo conseguía, la única meta era la zancadilla, una zancadilla que nunca llegaba, un traspiés que difícilmente se produciría en una celda individual.
Él mismo se desataba las ligas invisibles de unos zapatos que no tenía, la única libertad que poseía era soñar con un último tropiezo, porque el anterior le había llevado al corredor de la muerte.
Texto agregado el 08-12-2006, y leído por 326
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