Ni siquiera sabía porqué te extrañaba. Pasándomela regio en medio de la playa y tostándome la piel. Pero así es la vida con sus negras sombras. Llegó la primera noche y pensé en ti. No le dije nada a Alfonso, él sabía que en algo andaba pensando. Le mentí. Le dije que pensaba en el futuro. Ya estamos casados. Que huachafería andar pensando en ti. Hicimos el amor apurados, como chicos, se durmió luego exhausto. No pude pegar el ojo hasta entrada la mañana. El desayuno me supo a hierro. No sé que me pasa. Quisiera decir que lo que tengo es miedo, pero no es así. Creo que te extraño en alguna forma inverosímil, aunque estés completamente desquiciado.

Hemos visto una película en la tarde, no me he sentido bien y no quise salir de la habitación. A veces pretendo que eres tú quien acaricia mis cabellos y pasa sus dedos por mi cara. A veces pretendo que eres tú y me siento como una tonta. Elegí bien, te digo, elegí lo seguro, lo real. No elegí tus sueños ni tus esperanzas tontas.

La mañana llega y descubro que Alfonso está dormido sobre mi regazo, parece un niño. Sus ojos no tiemblan y sus manos están laxas, no duras y constreñidas como las tuyas. Recuerdo como duermes. Pienso en ti. Un sentimiento agotador me repasa, tengo ganas de vomitar y corro al baño. Por fortuna he logrado cerrar la puerta y activar el ventilador. Alfonso no ha escuchado nada. Creo que estoy embarazada. Me haré un test al llegar a casa. No diré nada mientras dure la luna de miel. Será una sorpresa. Quiero sonreír pero no puedo. Hago unos huevos revueltos en la kitchenet de la habitación. Hay jugo de toronja que sirvo en un vaso largo de plástico. Observo a Alfonso y toco mi vientre. Por ahora, pretendo que eres tú y te despierto con un beso, te abrazo y te digo que he hecho el desayuno. No importa, pretender que eres tú. Pero te juro que si estoy embarazada dejaré de pensar en ti.