Me adoptó hace casi diez años...
Recuerdo que de niña (y grandecita también), por no poder hacer un berrinche como Dios manda, de puro caprichosa la llamaba señora.
Ella tiene su carácter, no se anda con medias tintas, tiene ojo de lince, nunca se equivoca al momento de emitir un juicio, es implacable o estas en su lista blanca o en su lista negra.
Últimamente le ha dado por coleccionar peluches, adicta al chocolate desde siempre, trabajólica incansable, no por nada en su niñez se ganó el mote de Hormiguita.
Muy entrada la noche, espera a que todos estemos dormidos y en la penumbra quita el envoltorio a su gran premio de fin de jornada.
Lo que no sabe, es que en realidad todos la escuchamos, nos quedamos calladitos no más para oír su prolongado ¡mmmmmmmm! después de lanzar un suspiro.
Prefiere esos sin almendras, dice que sus dientes ya no están para esas cosas tan duras... Yo me duermo con la melodía metálica del papel rasgado una y otra vez.
Por las tardes me recibe con un ¡ya llegó!. Afanosa, va de un lado a otro preparando lo que por la mañana me prometió como sorpresa. Entre sus entradas y salidas me pone al corriente de las últimas noticias del almacén de la esquina...
Posa en la mesa un plato abundante y seductor.
Adrede, frunzo el ceño, hurgo en el guiso buscando algo invisible, sólo para oírla mascullar su tan sentido ¡mocosa mañosa!... Yo sonrío, ella ríe generosa, sus ojillos se transforman en dos líneas que se pierden en un sin fin de arruguitas.
Sí, es hermosa...
-¡No, si la señora Mercedes se fue, ahí lo dejó al bandido, se lo tiene merecido, si es un bribón... tantos años aguantándolo!
Ya no hay hombres como Mi Viejo... Te acuerdas cuando...
...Y comienza a recordar lo tantas veces recordado, yo la miro por el rabillo del ojo. Su casi inexistente nariz se torna rosa pálido, su mirada se humedece... carraspea... se levanta para servime un café...
...Y a mi se me parte el alma, me siento impotente al ver en su semblante el más mínimo asomo de tristeza... al instante me vuelvo parlanchina... hasta conseguir que sonría.
Una pausa...
La recuerdo improvisando un teatrillo para contarnos cuentos que inventaba con Su Viejo, en un abrir y cerrar de ojos aparecían los títeres... cantaban, actuaban y bailaban, era todo un suceso, hasta la Historia de Chile adaptaban para entretenernos, todos los premios Oscar son pocos para reconocer tamaño talento.
Hasta los diez años yo estaba absolutamente segura que ella era maga o poseía superpoderes... nunca la vi, cocinar, ni lavar, ni planchar, nada de nada y, sin embargo todo estaba en orden al día siguiente...
Ni magia, ni superpoderes, sólo el trabajo silencioso hasta las tantas de la madrugada, para ocupar todo su tiempo en cuidar a las cuatro revoltosas que tenía por hijas...
Me emociono cada vez que repito a los niños mi infantil creencia.
A veces hago que leo, ella circunspecta me acompaña, yo la miro por sobre el libro, ella achina los ojitos mientras hace humo la espera...
Yo suspiro, dejo la lectura de lado, ella se levanta y me pregunta si necesito algo, si quiero un café o caldo de pollo para el alma...
Si a mitad de la noche me despierto, voy a su cama, la arropo, recojo los indicios delatores de su dulce sueño, la contemplo, duerme plácida, pese a que ella asegura no dormir nada...
Con un te quiero mucho que no consigo pronunciar al alba, me despido hasta mañana.
Ella es la Señora de antes, la Eliana López desde hace sesenta y dos años, Ella es la Hormiguita infatigable, bondadosa hasta la médula, la más linda, la de la infinita paciencia.
Ella es Mi Madre, mi angelito en la tierra...
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