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MUTY


Cuatro o cinco años, con un enorme lunar en la parte derecha del mentón, pequeño para su edad, como ocurre con los niños desnutridos, huérfano además; el pobre tenía una aptitud animal de adaptación a las diversas circunstancias a que lo llevaban su hambre y la necesidad de cariño. Vivía de las circunstancias y era feliz en la irrealidad de sus fantasías; era un niño que vivía la plenitud de sus ocurrencias, aunque truncado por limitaciones de las que era ajeno y lejos de comprender. Las circunstancias lo llevaron a mi casa de Lyón, con su tía que era la encargada de cuidar; lo llamaban muty, pero su nombre era Hemel o algo parecido. Cuando llegaba, era él quien me recibía, salía corriendo al escuchar el ruido del auto, me anunciaba, es Pedro, a llegado Pedro; corría donde su tía y se aseguraba que lo escuchara, tía a llegado Pedro; su tía lo callaba diciendo que ya lo sabia porque ella también había escuchado el auto. Muty, yo lo miraba y él corría, jugaba, se veía muy gracioso, alegre, dando pequeños saltitos con una mano en alto y la otra buscando el pantalón que se le caía por falta de correa. Era mocoso, siempre llevaba dos mechas de moco sobre el labio superior, un asco, parecía que se lo tragaba; abecés lo veía limpiándose con la manga de su ropa vieja. Aparentaba una buena salud, que daba gusto verlo; Muty, lo llamaba, era hora del desayuno o el almuerzo, me llamas, que ha. A veces la tía no estaba, al pobre lo dejaban, ahí estaba sin que comer sin quien lo viera. Yo tenia una cocina separada y cuando estaba de humor me preparaba comida, según el humor. Muty, olía la comida y miraba de ves en cuando, sonreía con su moco, pedía sin hablar, anda muchacho límpiate ese moco, le gritaba y el desaparecía corriendo, muchacho del diablo, que asco. Regresaba pronto, ya Pedro, ya que, ya me limpie el moco, y; y se encogía de hombros, se escondía, mostraba la cabeza, sonriente, saludable, gordito; a cada momento tomaba agua mamando la boca del caño. Una vez cuando lo cargué me sorprendí, era tan frágil, tan ligero, ¿gordito? Pensé,
parece gordito por la cara cachetona, si no tenía que comer, estaba solo, abandonado. ¡Muty¡, paraba las orejas, ¡ah¡, si te limpias el moco te doy pan con queso, ya me limpie; pero no le daba pan, me lo comía, estoy tomando mi desayuno; si te lavas la cara, empecé a preparar otro pan con queso, me encanta el pan con queso de Lyón, y aun no se lo daba; si bailas y cantas, Muty tenia vergüenza, no se le ocurría ninguna canción, tardaba en cumplir, se retiraba mirando los panes que comía, preparaba otros panes. Verdad me das pan con queso, lo decía con tanta hambre que me daba pena, pero no se lo daba, canta pues, se animaba, ensayaba un canto, baila, un salto, no funciona y se para; que canción pues, de los pollitos, canta los pollitos dicen..., baila, salta. Cuando terminó le di el ultimo pan, se fue corriendo como un perro de hambre a buscar un sitio para comer; tan escasas las circunstancias, había que esconder la gracia.

Texto agregado el 05-02-2004, y leído por 217 visitantes. (0 votos)


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