ANIVERSARIO
Despertó plomizo el día, cuando ella se levantó, él se había marchado a su trabajo hacía más de una hora. Acostumbrada a la soledad matutina desde que estaba en el paro, no comenzaba a mirar su rostro ni sus cabellos hasta bien desayunada y totalmente despierta.
Aniversario de boda. ¿Cual? ¿21? ¿22? Siempre se equivocaba con el año.
Los chicos estaban en clase y tenía todo el tiempo para pensar en una velada especial que les hiciese vibrar a los dos para que se hiciese inolvidable.
Maquinalmente encendió la TV, no por verla, sino por escuchar a alguien.
Una llamada telefónica le sacó del sopor matutino.
--Síííííííí... Digaaaaaaaa....
--Sí.
-- No comprendo.
--Por supuesto que sí.
--Les espero.
Como en una vieja película de los años veinte, su figura, hasta entonces desaliñada, comenzó a moverse a gran velocidad entrando y saliendo de todas las estancias de la casa: con los pantalones puestos, el secador del cabello, unas chanclas, toallas, poniéndose un pulóver.
Se estaba acabando de maquillar los labios cuando llaman desde el portal.
Abrió la puerta de casa y el empleado de una famosa casa de mensajería le entregó un pequeño paquete y un sobre.
Corrió hacia el dormitorio para averiguar lo que le aguardaba dentro de las dos cosas.
La cajita de madera lacada con incrustaciones de metal dorado haciendo figuras contenía dos llaves de un mismo hotel, habitaciones contiguas: la 21 y la 22.
El sobre, un billete de avión con destino París, se había despachado a nombre de ella y la hora de salida era a las doce del mediodía.
Comenzó a llover, la tristeza del día le recordó que su marido no la había despertado para darle un beso y felicitarla por el aniversario. No se debe acordar, se dijo.
Rápidamente, pues el tiempo apremiaba, se sentó frente al ordenador y escribió una hoja de Word en la que, sin más explicaciones, indicaba a su marido que le había llamado su madre desde el pueblo que no se encontraba muy bien de lo suyo y que volvería dentro de dos días.
El aparato atravesó por fin la capa de nubes y salió a cielo abierto. Ella miraba por la ventanilla y un pellizco le apretaba el estómago por saber quién y qué le esperaba en la ciudad Luz.
El taxi la dejó frente al imponente hotel, le recogieron el pequeño bolso de viaje y en el mostrador le indicaron que tenía dos habitaciones, que, una vez frente a ellas se decidiese por una y la otra llave se la entregase al botones.
Ya en el pasillo, frente a las dos, escogió el número 21, inmediatamente el empleado recogió la otra llave y le abrió la que había elegido.
La sorpresa fue mayúscula cuando vio allí a su marido con un ramo de rosas blancas en su mano, casi se desmaya de la emoción y de haber escrito una mentira tan gorda en el ordenador. Mientras sonreía hacia él para besarle, pensaba en el modo de borrar toda huella de aquella nota dejada en el monitor.
--¡Por fin has acertado con la fecha de nuestro aniversario! jajajajaja – Dijo su marido entre risas.
-- Pepe, eres de miedo.—acercándose seductora con mirada gatuna.
-- ¿Y los chicos?
-- En la habitación contigua, que es lo que habrías visto de no acertar con la llave.
-- Perdóname todo lo que he llegado a pensar de ti, cariño.—Se besaron.
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