Un capullo de pelo rapado me invitó una cerveza de jarra alta. Yo ya estaba muy puesto, acababa de perder una partida de ajedrez con el novio de la camarera, a la que llevaba rondando desde hacia mucho tiempo. Le escribía pequeños guiños en posavasos que ella leía en ese mismo momento, olvidándose del trabajo. Y en consonancia me correspondía con un chupito de Drambuy y una sonrisa, a la vez que se recolocaba las gafas.
El rey caído yo, el rey erecto todas las noches por semejante boca, él. El Playboy del barrio turístico costero, el rompe-bragas de la playa, mientras yo me gastaba la guita y la tinta tratando de negociar un chupito de licor de Wiskey por algo más.
Ah, por cierto, del capullo de pelo rapado, no recuerdo siquiera haber aceptado la jarra de cerveza.


Me cago en el puto Mate.