Otra Utopía
Parecía imposible que a estas alturas y con los avances de nuestra civilización esto pudiera ocurrir, pero sucedió. Un ballenero del oriente declaró sospechosamente haber perdido el rumbo y haberse topado con esta pequeña isla en el Pacífico sur. Desembarcaron sólo para reconocer el terreno, informaron luego a las autoridades, sin imaginar lo que encontrarían en aquel lugar.
Ellos se hacían llamar los Unglikes, lo que traducido al español sería equivalente a “Hombres Liberados”, nombre que calzaba perfectamente con el estilo de vida de esa civilización. La pequeña isla en que vivían les ofrecía todo lo necesario para la subsistencia, e incluso más, ellos habían sabido aprovechar los recursos en su justa medida, porque creían que todo el mundo era sólo su pequeña isla, que no existía más tierra en el planeta que ella, si acababan con lo que su isla les ofrecía, su civilización moriría de hambre.
Tanto tiempo de evolución separados del resto de las civilizaciones modernas les permitieron a los unglikanos desarrollar su propio lenguaje oral y escrito, sus propias artes y ciencias, las que aún se encontraban mezcladas, como en los inicios de nuestra filosofía occidental. Los dirigía un rey, el que no era venerado, más bien el resto de la población sentía compasión por aquél que debía sacrificar gran parte del tiempo feliz (fliko, como le llamaban ellos a los periodos de ocio y de compartir con sus familias) en beneficio de la comunidad. El cargo se traspasaba de padres a hijos, y sólo si ninguno de los hijos deseaba el trono, éste se llenaba con una consulta pública.
No tenían religión, no creían en ningún dios, no temían a la muerte, porque para ellos era sólo el fin de la vida, tan simple como eso. Aquellas cosas que su ciencia no podía aún explicar quedaban en la carpeta de temas a ser estudiados en su “kolam” (la traducción más cercana sería Universidad, sólo que no había una clara separación entre alumnos y profesores, sino que todos aprendían de todos y se respetaban de igual forma entre ellos) .
La natalidad era controlada, la economía estaba aún basada en el intercambio de bienes y servicios, más los aportes de cada uno a la comunidad, (“pokum”, algo parecido a los impuestos, sólo que eran voluntarios, y luego se repartían entre quienes necesitaban y quienes no producían directamente bienes y servicios, como la “kolam”).
El tema del descubrimiento fue considerado de tal importancia mundial que su coordinación cayó directamente en las manos de Naciones Unidas, en donde sería discutida y planificada con todo detalle una estrategia de estudio y posterior integración del pueblo Unglike con el resto del mundo occidental. El primer paso fue homologar los lenguajes y preparar el camino hacia la integración. Un psicólogo, un antropólogo y un experto lingüista viajaron hacia la isla y trabajaron directamente con el Rey Unglikano durante tres meses, enseñándole nuestro idioma y preparándolo para enfrentarse al mundo civilizado.
El Rey era un hombre de unos cincuenta años, muy sabio, muy paciente, muy observador y con una agilidad mental envidiable, producto de diez años de estudio y enseñanza en la kolam. Cuando los expertos consideraron que el Rey soportaría el choque de conocer nuestra civilización, informaron a la comisión de las Naciones Unidas para que prepararan la primera reunión ampliada sobre el tema.
El equipo completo de la comisión ampliada estaba formado por los últimos ganadores del Nobel de la Paz, por los más famosos antropólogos, historiadores, representantes de las 5 mayores religiones del planeta, economistas, médicos y líderes de los ocho países más industrializados, todos ellos junto al Rey Unglikano. El objetivo planteado para ese primer encuentro fue buscar el camino menos traumático para la integración del pueblo Unglikano con occidente. Los discursos se prolongaron por horas, y por días.
El primero en hablar fue el antropólogo que visitó la isla. Entregó una visión muy detallada del estilo de vida de los Unglikanos, de su organización política y económica, de su religión (o falta de ella), de su estilo general de vida. Mientras el científico explicaba cada detalle de la vida diaria de su pueblo, el Rey sólo observaba y asentía.
El segundo día comenzaron los discursos de los médicos. Expusieron resultados de los análisis genéticos y de toda clase de muestras que habían obtenido en la isla. Habían detectado una mutación posiblemente peligrosa de un virus de resfriado que podría causar problemas en el mundo occidental, estaban estudiando el caso en forma controlada y perfectamente aislada. Se esperaban resultados para las próximas semanas. Mientras el Rey escuchaba a los médicos se preguntaba por los estudios en el sentido inverso; es decir, cómo las enfermedades del resto del planeta afectarían a su pueblo. No encontró respuesta a sus interrogantes durante los dos días que se tomaron los médicos para sus exposiciones.
El siguiente turno fue el de los economistas. El Rey se divirtió mucho escuchando las discusiones entre los economistas norteamericanos y los europeos. Los primeros proponían que se integraran al mundo usando el dólar americano como moneda base, dada la globalidad de su economía, mientras que los economistas del viejo mundo proponían al Euro, ya que esa moneda fue concebida como un instrumento integrador, justo lo que se deseaba en este caso. En este punto no se logró el acuerdo y se decidió que el pueblo de Unglike tendría la última palabra, el Rey sólo sonreía.
Incluso para la gran inteligencia y rapidez mental del Rey, el comprender a los representantes de las religiones fue todo un reto. Cada uno de ellos intentó convencer a la audiencia del por qué el recién descubierto pueblo debía adoptar su religión como la base de sus valores, alegando que éstos eran los que más representaban a la ética inherente al ser humano y que la historia había demostrado que su religión era el camino ideal para la integración. Después de escuchar al último de estos representantes el Rey se quedó con la interrogante del por qué debía escoger una religión y qué tenían que ver las religiones con los valores y la ética, cosas que si conocía muy bien.
Los líderes de las naciones más industrializadas se dirigieron luego a la audiencia. De lo que ellos hablaron ya nadie lo recuerda y ni siquiera vale la tinta el colocarlo acá.
Finalmente llegó el turno del Rey de dar término al encuentro con su discurso. Todo el mundo creía que el representante de los Unglikes había entendido muy poco acerca de los temas tratados en esos días, que sólo aceptaría las propuestas de integración que se le ofrecieran. El discurso del sabio rey fue el más corto que se tenga memoria durante algún evento de Las Naciones Unidas. Caminó tranquilamente hacia el estrado, ajustó el micrófono a su altura, respiró profundamente y se dirigió a los asistentes y a todo el mundo civilizado diciendo -Agradezco en nombre de mi pueblo su desinteresado esfuerzo por integrarnos a su avanzada sociedad moderna, pero por ahora no deseamos ser parte de ella, las puertas de nuestra pequeña isla están abiertas para cuando deseen visitarnos, sólo recuerden llevar algo para intercambiar, cualquier cosa que nos pueda ser útil, todo menos los vicios de su modernidad.
Jota |