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Inicio / Cuenteros Locales / victorio / El muerto que no sabía que lo estaba

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Juan Ramón Benítez no sabía que había muerto. La tarde del domingo 16 abril de 1989, con apenas 20 años, le pegaron un tiro en el estómago después de una trifulca callejera, de esas que se repetían a diario en el barrio La Pasarela. Pero como él no tenía que ver en el asunto, no se percató de su propia muerte y siguió coleando – aunque no vivito – como si del entredicho hubiera salido inmune.

Por esas cosas que genera la existencia de un muerto, esa estúpida compasión de la gente, a Juan Ramón nadie se atrevió a decirle la verdad. Y entonces hubo que montar rápidamente un simulacro. No fue fácil resolver entre sus allegados cómo continuaría la vida del muerto luego de aquel suceso trágico. Después de todo, no es frecuente tener que convivir con un cadáver que habla, escucha, camina, pregunta y siente de tal modo que ni cadáver parece.

Pero en el barrio se las arreglaron para que al menos durante algunos años Juan Ramón viviera su vida de muerto con los mínimos requerimientos de cualquier mortal. De un mortal ya muerto, en este caso. Así fue que al lunes siguiente de la muerte, Benítez se presentó en su trabajo (un modesto depósito donde cargaba y descargaba mercadería) y se encontró con una extraña sorpresa. Según el decir del jefe, “por la enorme capacidad demostrada en la labor cotidiana”, a Juan Ramón “se lo premiaba” con el compromiso de realizar una tarea más liviana. En realidad, se trataba de un plan social que habían gestionado desde la comisión vecinal para que Benítez sólo tuviera que ser cuidador de la placita del barrio. De ese modo, los familiares y amigos podían seguir más de cerca el plan de vida para ese joven muerto.

Juan Ramón aceptó la propuesta no sin asombro. Aceptó su destino como lo aceptan los muertos. Sin embargo, la tranquilidad de su nueva labor le hizo olvidar las dudas iniciales. Como cuidador de la placita disfrutaba del movimiento de la gente, aunque notaba un progresivo distanciamiento de vecinos con quienes antes tenía una relación más estrecha. Aún así, Juan Ramón estaba muy a gusto con su nueva vida; una vida que, paradójicamente, le había deparado la muerte.

Quince años después de su muerte, la tarde del viernes 16 de abril de 2004, Juan Ramón Benítez está sentado en la placita, donde fallece a diario. Todavía no entiende por qué su novia de los 20 años lo abandonó el martes 18 de abril de 1989. Tampoco tiene explicaciones para la “mudanza forzosa” que tuvo que hacer de la casa que compartía con sus padres y 5 hermanos, para acobacharse en la piecita destinada al placero. Hay muchas cosas que aún no tienen respuestas para Juan Ramón, pues sigue ignorando que está muerto.

Mientras fuma un Imparcial (que sólo se atreven a fumar los que no le tienen miedo a la muerte), y mientras espera que una vez más pase esa mujer hermosa que pasa todos los días y que todos los días les responde el piropo con un seco “viejo asqueroso”, Juan Ramón empieza a pensar en la muerte. Sintiéndose sólo y olvidado, razona que como están las cosas no tiene mucho sentido gastarse proyectando el futuro. Que si al fin y al cabo en su vida no ha pasado nada interesante en los últimos quince años, es mejor optar por la dignidad, aún a riesgo de la propia existencia.

A las 19:56, toma la decisión. En su piecita siempre guardó un 22 corto por si las moscas. Lo busca y piensa, ya conturbado, que ahora le iba a dar una utilidad como nunca antes. Camina unos pasos en zigzag y decide pararse en un banco de la placita. En el instante exacto en que el arma toca su sien derecha, alguien lo tironea del pantalón. Juan Ramón aborta su cometido y baja la vista. Junto a él está Pablo Salomone, un vecino, que en tono amigable aunque severo le dice:

- Dejate de joder, Juan Ramón. ¿Qué estás por hacer? ¡Hace 15 años que estás muerto y vas a andar con estas pelotudeces! Dejá, dame eso. Y cruzate hasta la otra esquina de la placita que los pastos están muy altos. Dale, ponete a laburar que para eso se te paga.

Texto agregado el 07-12-2006, y leído por 250 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
09-07-2012 Talento para narrar!! efelisa
06-02-2012 es un buen cuento. Se me hace un poco repetitiva la palabra "muerte", o más bien la reiteración de la idea "estaba muerto y no lo sabía", sin embargo es un buen relato, demuestra talento. :) celiaalviarez
26-01-2008 ***** jef
07-12-2006 Gracias!!, es un hermoso relato para transmitir. Felicitaciones. Todas las estrellas* lesu
07-12-2006 Un realismo magico y narrativa excelente... un abrazo sendero
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