Dedicado a los escritores de loscuentos.net, con todo el respeto...
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Si, el sol, pero no tengo ganas de salir de la cama, ¿para qué?, el día promete ser igual que el anterior: cero novedades.
De todas formas me levanto. El cheque con el dinero del desempleo llega hoy al banco.
Cago, me ducho, me lavo los dientes, me pongo la misma ropa de hace varios días, incluidos los calzones, y salgo a matar el tigre en la selva urbana. Es curioso, pero los que van a trabajar y los que vamos por el cheque de desempleo somos idénticos. Caminamos seguros y preocupados a la vez, porque sabemos que no existe nada importante aunque hacemos como que nos importa, ¿y qué?, no sé, será la inercia de la costumbre, que nos obliga a dirigirnos a algún lugar sin una razón de peso. No es bueno pensar demasiado, ya que todos los pensamientos terminan en la muerte, y la muerte me da miedo. Eso es lo asqueroso de mi situación: la muerte me da miedo, pero igual me da miedo vivir.
Llego al banco. La fila es larga, cada vez es más larga, y los que esperan son cada vez más jóvenes, y desconfiados. Ya no existe esa camaradería de los que no tenemos nada qué perder. Estos jovencitos creen que se van a salvar solos por el hecho de estar dispuestos a hacer cualquier cosa para sus futuros jefes ficticios, pero los más viejos sabemos que muy pocos lograran salir del ciclo de los perdedores. Por alguna razón están ellos ahí, sin trabajo, y por otra razón están los otros allá, trabajando, y eso lo saben los que dan empleo y no desean descubrir el por qué… una vez en la olla, cierran la tapa sobre tu cabeza.
Me toca firmar para recibir mi cheque. La empleada me observa con los mismos ojos de desprecio de cada mes mientras firmo con la cabeza en alto.
Luego voy a la cantina. Es bueno tomar una cerveza al mediodía. Uno de los pocos lujos del desempleo.
El día transcurre sin nada importante qué contar. No ha sucedido nada importante qué contar, pero igual escribo, para creer que soy escritor y que un futuro de gloria me espera a la vuelta de la esquina.
Las letras escritas a veces engañan más que el alcohol, o las mujeres.
Buenas noches.
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