Las paredes lloraban y absorbían el aroma a hostilidad que se irradiaba.
El pequeño engendro se imponía mostrando, por mil y una veces, su millar de limitaciones. La dama solo atendía, procurando ser ruda para enfrentarlo. Pero el miedo se escapaba por sus poros.
Nublaba mi mirar y su belleza, como siempre, ese ángel majestuoso, esperaba mientras sus yagas viejas y dolientes eran espectadoras de cómo su cuerpo se iluminaba por los orificios de las nuevas heridas que en el nacían. Sentía como sus pies se mojan por las lágrimas que se rehúsa a derramar a causa de mi presencia. Pero de todas formas las veo, los estrechos caminos formados por la sal que escure, cual manantial, de sus ojos

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Sólo un segundo más y volveré a pisar tierra…
A sentir el aire
Y cantar a la vida,
A cantarle baladas
De decepción y agonía
A erguirme, y a retarla a un duelo
Ella, que se acompaña de la valentía y de la cobardía
De la ambición y la traición
Y que con su encanto te atrapa
Te hace creer que es tu amiga
Ella que besa tu mejilla en señal de magna redención
Y que con su mano apuñala tu espalda sin clamor
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