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CUANDO SE TIENE UN LIBRO

Discurso pronunciado por el dramaturgo Juan Ramón Pérez el 29 de Noviembre de 2006 en la Casa de la Cultura Prof. “Carlos Gauna” de la ciudad de Acarigua con motivo de celebrarse el Día del Escritor y el Bautizo del libro SEMBRANDO ESCRITORES, Antología del Segúndo Encuentro de Escritores del estado Portuguesa (Venezuela), que organiza el Grupo Cultural FANEP

Cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos del mundo”, decía el poeta cumanés Andrés Eloy Blanco. Parafraseándolo, podríamos también decir que cuando se tienen un libro, se tienen todos los libros del mundo.

No creo que haya mejor analogía que esa. Al igual que un niño, un libro se engendra; se espera niño y sale niña, o viceversa, lo que es igual es la satisfacción. Te proporciona desvelos, sustos, rabietas y desengaños en la misma proporción que te da alegrías. Te desata la hiel del odio pero también te conmueve hasta las lágrimas. Con todo y eso no lo puedes matar, más allá: preferirías matar para que él viva.

El primero es siempre el más cuidado y el más elogiado, aunque con el tiempo resulte ser el peor, pero siempre sigue siendo tuyo. Recibe las más selectas atenciones y es una especie de orgullo ambulante porque es el producto de todo lo que sabemos de esa materia. Para nosotros es frágil, y lo sabemos, pero queremos que lo vean recio y desenvuelvo. Por eso siempre habrá quien te diga: “es pequeño”, “tiene las orejas grandes”, “es barrigón” o “¡cómo grita!” pero uno siempre lo verá alto, perfilado, con el vientre plano y la modulación y la armonía hecha persona. O libro.

Quizá lo más doloroso y angustiante, pero también inevitable, es cuando tiene que irse a la calle, a los estantes de las librerías: ¿dónde estará?, ¿lo cuidarán?, ¿les gustará?, ¿será importante o será relegado? Con esos temores uno va a una librería y lo ve solito, o aprisionado entre otros libros más fuertes e importantes. Uno va y lo saca un poquito, como para que respire. Después uno se aleja, y lo deja, para que se defienda solo. Llega otro lector desapercibido que le pasa al frente varias veces y no termina de tomarlo. Y uno quiere como decirle: “Ahí, pendejo, ese, frente a ti”. Y ese lector desapercibido, que para nosotros ya se ha transformado en lector idiota, se aleja del estante donde está el libro. Pero luego regresa y ¡milagro! toma el libro. Lo ojea descuidadamente. Uno casi se acerca a recomendárselo. Si el lector vuelve a colocar el libro en su lugar se trastoca ahora a nuestros ojos como el tipo más estúpido de la humanidad pero si lo toma y va a la caja a pagarlo uno casi le dice: “No se preocupe, yo lo pago” o “Póngalo en esta bolsa aparte, para que no se estropee” “Lleve este marcador de páginas, así no tendrá que doblarle las hojas” o cualquier frase sobre protectora. Entonces el lector desapercibido paga su libro y se aleja, presuroso, mientras voltea para verle a uno de reojo la sonrisa y la pose de retrasado con que uno se ha quedado en medio de la librería.

Y es que cualquier libro que sale a la calle enfrenta inevitablemente a dos grandes enemigos: la indiferencia y la censura. Aunque ambas son sumamente dolorosas, las llamas de la censura son infinitamente más peligrosas. Ya lo dijo Heinrich Heine: "Ahí donde queman libros, siempre terminan quemando hombres"

Símbolos de la Indiferencia

En cuanto a la indiferencia, tengo mi historia particular. En 1986 escribí una pieza de teatro llamada Vaquero de Vidrio. Al año siguiente participó y ganó el Premio Bienal de Dramaturgia de la Universidad Central de Venezuela. El jurado fue Rodolfo Santana, Armando Carías y Orlando Rodríguez. Por premio me dieron un cheque de tres mil bolívares, un verdadero dineral para el estudiante que era en esa época, y me lo entregó en un acto sencillo el propio Director de Cultura de la UCV en su oficina. Solamente él y yo. Más sencillo imposible. Me acuerdo que alzó la vista hacia un horizonte imaginario y empezó a esbozar una especie de discurso sobre la dificultad de los narradores para escribir teatro y yo le respondía con una cadena de “anjá”. De repente, aproveché una de sus tomas de aire para preguntarle:

¿Y cuándo la publican?

Hizo un largo silencio, me puso la mano en el hombro y me dijo calmadamente que tanto la publicación como el montaje de la obra eran opcionales (y subrayó opcionales) contempladas en las bases de participación. Retomó nuevamente (y desde el principio) su discurso sobre la dificultad de los narradores para escribir teatro. Sin quitarme la mano del hombro durante todo el discurso y como recordando mi pregunta sobre la publicación, me dijo finalmente el equivalente a aquella frase famosa que tanto éxito ha tenido en la gerencia moderna: No nos llame, nosotros lo llamamos mientras me acompañaba hasta la puerta de su oficina. Por supuesto, no me han llamado todavía.

Pero el libro de todas maneras fue publicado 13 años después en el número 6 de la Colección Teatro de Provincia de Urua Editorial que dirigen Tomás y Job Jurado, esa especie de ángeles guardianes de las letras portugueseñas y para quienes cualquier manojo florido de palabras de agradecimiento es poco e insignificante para lo que ellos han hecho por los escritores de Portuguesa. La antología incluye a Edilio Peña, Rafael Zárraga, José Daniel Suárez, al propio y Tomás Jurado Zabala y a mí.

Me dieron cien ejemplares y juro que me cansé de regalar libros y todavía me quedan algunos. Probablemente no tengo tantos amigos como pensaba. Este primogénito me ha dado muchas satisfacciones y también algunos sinsabores. Una vez, por cierto paseaba por la famosa esquina de los vendedores de libros usados en Caracas, y así como se dice que cuando Dios decida enviar sus bombas atómicas para acabar con los pecadores del mundo la zona de Quebrada Honda será el lugar más seguro del planeta porque conviven haciendo triángulo una iglesia cristiana, una sinagoga y una mezquita; así mismo, cuando se desaten los monstruos y demonios de la ignorancia, el puente de la avenida Fuerzas Armadas con Urdaneta, también en Caracas, será unos de los últimos bastiones de la resistencia.

En esa esquina encontré que estaban vendiendo (más bien rematando) uno de mis propios libros. “A mi apreciado amigo Franklin, con aprecio” decía la dedicatoria en la primera página del libro de este dilecto amigo. Espero que la venta del libro le haya resuelto una gran urgencia económica. Y que por lo menos lo haya leído. Y le haya gustado. Aunque, pensándolo bien, si lo leyó y le gustó era muy poco probable que lo vendiera. Pero siempre está el factor de la urgencia económica que es prioritario sobre cualquier gusto.

En esas cavilaciones de amor y odio me encontraba cuando el vendedor del kiosco suelta un ruidoso disparo mortal a mi ego:

Te lo dejo en mil para que te lo lleves.

Creo que le pagué con un billete de dos mil o de cinco y de dije algo así como “déjalo así” para que la sangre no llegara al río.

Desde ese día lo guardo como un símbolo viviente de la indiferencia.

Objetos del desprecio

Pero cuando la indiferencia se institucionaliza la cosa es fatal y se trasforma en desprecio y negligencia. España recuerda a diciembre de 1978 porque ese año se proclamó su Constitución. Ese año también se quemó el edificio Medinacelli en Madrid, sede de Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Centro de Estudios Históricos pero esto último nadie lo recuerda. La duración del incendio fue de cinco horas. Lo que no destruyó el fuego lo arrasó el agua porque anegó varias dependencias de plantas inferiores produciendo también diversos daños en mobiliario, documentación y fondos bibliográficos.

Se quemaron unos 75 mil documentos entre libros, revistas, folletos, primeras ediciones, ejemplares únicos, ejemplares raros, diccionarios, mapas, censos, trabajos inéditos de investigación y material para la redacción de tesis doctorales,
Un famoso periódico madrileño comentó: "Temían que hubiera habido grandes pérdidas, pero ha resultado que sólo eran libros"

Por su parte, la televisión informaba sobre el caso un loro parlanchín que había desaparecido. Finalmente las bibliotecas fueron reconstruidas pero parcialmente porque el edificio pertenecía o era asociado al régimen franquista y ese era un pasado que España no quería recordar.

(Fuente: "SÓLO ERAN LIBROS": EL INCENDIO DEL MEDINACELI Samuel Ruiz Carmona. 1° de diciembre de 1978).

La revista Times acuñó el término bibliocaustos para referirse a todos los procesos donde los libros han resultado objeto de persecuciones, listas negras, y prohibiciones.

En el nombre del padre

La Iglesia Católica mantuvo un índice de libros prohibidos o Index Librorum Prohibitorum. Esta lista fue creada en el año 1559 por la Sagrada Congregación de la Inquisición de la Iglesia Católica Romana y abandonada definitivamente en el año 1966 durante el papado de Pablo IV. La iglesia quería evitar que la lectura de libros o trabajos inmorales que contuvieran errores teológicos y evitar así la corrupción de los fieles católicos. La trigésima segunda edición, publicada en 1948, contenía aproximadamente 4.000 títulos censurados por varias razones: herejía, deficiencia moral, sexo explícito, inexactitudes políticas, entre otras.

Autores notables fueron incluidos en esta lista: Voltaire, Daniel Defoe, Nicolás Copérnico, Honoré de Balzac, Jean-Paul Sartre, André Gide, o el sexólogo holandés Theodor Hendrik van de Velde, autor de El matrimonio perfecto, en el que se animaba a los matrimonios a disfrutar del sexo. Los autores notables por su ateísmo, como Schopenhauer, Marx o Nietzsche, o su hostilidad a la Iglesia Católica, no suelen figurar en el Índice, puesto que tales lecturas están prohibidas ipso facto.

También fueron prohibidos: Los miserables, Nuestra Señora de París de Victor Hugo, El contrato social de Jean-Jacques Rousseau, Justine y Juliete del Marqués de Sade, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Algunas obras de Alejandro Dumas (padre e hijo) Las novelas de George Sand (en 1840) y ¡sorpresa! el Gran Diccionario Universal de Pierre Larousse.

El índice hizo también que algunos autores omitieran ellos mismos en sucesivas ediciones los párrafos censurados. Así Cervantes tuvo que suprimir del Quijote (2ª parte, capítulo 36) la frase “…las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada

(Fuente: LIBROS PROHIBIDOS EN EL SIGLO XXI, Marcos Ros)

Pero la iglesia sigue prohibiendo libros aún hoy en día: Pederastia en la Iglesia católica y Las Mentiras de la Iglesia Católica ambos de Pepe Rodríguez, por ejemplo, fueron recibidas con particular hostilidad por el alto mando religioso. El Código Da Vinci de David Brown, por su parte, recibió ataques tanto de la iglesia católica como la anglicana.

Y hasta libros como Harry Potter, de Joanne Rowling, también recibieron lo suyo. Victoria Sayago enumera en su artículo Más allá de Harry Potter algunas “perlas” contra el joven aprendiz de mago.

En algunas escuelas en Carolina del Sur en los Estados Unidos el Concejo de Educación de Padres propuso la prohibición del libro a instancia de que ven en él “un engendro de Satán”. A su parecer, "esos libros son diabólicos, predican el odio, la muerte y la falta de respeto", dice Elizabeth Mounce, uno de los padres ofendidos. Fueron los mismos padres que lograron en 1999 que no se enseñara en esas escuelas la teoría de la evolución de Darwin.

En Austria, el cura y obispo Gerhard Wagner, párroco de Windischgartersten, dijo en una entrevista que debido a que las aventuras del pequeño tratan de "magia y brujería", estarían contra "la fe y a lo reflejado en diferentes textos de las Sagradas Escrituras, entonces son una obra de Satán".

Por su parte, el grupo cristiano estadounidense Freedom Village opina en su sitio de Internet que "Los libros de Harry Potter son... armas de reclutamiento para la brujería y lo oculto"

"Es una estupidez
", responde la escritora Ana María Güiraldes, autora de literatura infantil y juvenil y quien se declara católica y lectora de Harry Potter. "Entonces que no se lea Alí Babá y los Cuarenta Ladrones, porque induce al robo; que no se lean cuentos de ratones, porque hay peligro de hanta (...) No leamos entonces Hansel y Gretel, porque al final la bruja se cae al aceite

Un grupo de fieles de la Iglesia Comunitaria de Cristo en Alamogordo dirigida por el pastor Jack Brok en el estado norteamericano de Nueva México realizó una quema de libros de la serie "Harry Potter". Los miembros de la Iglesia cantaban "Amazing Grace" mientras arrojaban a la hoguera los libros, revistas, folletos, su película o cualquier información de este mago, Tambi{en alimentaban esta hoguera las películas de Disney como "Blancanieves" y grabaciones de música pop como del cantante de rap Eminem.

(Fuente: MA ALLA DE HARRY POTTER, Victoria Sayago)

El fuego de la censura

La palabra censura curiosamente ha estado siempre unida a la palabra fuego.

Ray Bradbury escribió un libro de ciencia ficción llamado “Farenheit 451” El protagonista es miembro de un inusual Cuerpo de Bomberos que se dedica nada más y nada menos que a quemar libros prohibidos. Fahrenheit 451 es la temperatura a la que arde el papel. Un día el protagonista se interesa por unos de los libros que va a quemar y se lo lleva a escondidas a su casa y lo lee a escondidas. Finalmente lo descubren y lo matan.

En el propio Quijote puede leerse que a su sobrina, el barbero y el cura se les ocurre quemar más de 100 libros porque creen son la causa de la locura del hidalgo y creen que haciendo eso evitarán su salida. La acción se revierte contra ellos porque como explicación de la desaparición de los libros le dicen al caballero que un sabio encantador se los ha llevado. Don Quijote organiza entonces una nueva salida en busca de sus libros y una venganza por tal afrenta.

El 10 de mayo de 1933 en la Plaza de la Ópera, en Berlín, considerada una de las ciudades más cultas y sede de prestigiosas universidades de Europa, la Asociación de Estudiantes Alemanes apoyada por el ministro de propaganda Joseph Goebbels comenzó a recoger de la biblioteca de la Universidad Wilhelm Von Humboldt todos los libros prohibidos por el régimen y luego los echaron a la hoguera. Ardieron más de 25.000 libros tildados de anti-alemanes. Hitler, que era un bibliófilo y tenía una biblioteca personal de más de 16 mil libros, sólo supo decir, cuando le informaron: “¡Qué travesuras las de Goebbels!”. Paradójicamente se calcula que los bombarderos Aliados destruyeron 100 millones de libros en toda Europa. La ignorancia, por lo que parece, no tiene nacionalidad.

En 1945 las tropas comunistas destruyen varias de bibliotecas en Hungría y cuatro décadas después con la caída del régimen comunista de Ceacescu en Rumanía la oposición que tomó el poder destruye medio millón de libros de la Universidad de Bucarest. La ignorancia tampoco parece tener ideología.

El libro “El final de la libertad”, del conocido intelectual estadounidense Gore Vidal fue calificado por la revista Newsweek como “un ataque ácido contra América”. El ensayo fue escrito a pedido por la revista “Vanity Fair” después de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York y al Pentágono en Washington. Fue censurado por su abierto contenido anti-norteamericano y por la denuncia sobre los peligros que corren las libertades civiles y la democracia en Estados Unidos. Gore Vidal expone en su obra el atropello que realiza Estados Unidos contra los Derechos Humanos con sus nuevas leyes para luchar contra el terrorismo y la droga. Este libro se ha transformado en un éxito de súper ventas en Italia y será editado también en Francia además de contar con el interés de países como Holanda e Inglaterra.

Un venezolano en el bombardeo

El 12 de abril de 2003, el investigador venezolano Fernando Báez fue testigo del saqueo del Museo Arqueológico de Bagdad. Dos días después ardía un millón de libros de la Biblioteca y el Archivo Nacional. El fuego incontrolado alcanzaría más tarde a las bibliotecas de la Universidad de Bagdad, la biblioteca de Awqaf y los museos del país. En su infancia, Báez acudió a la destrucción de su pequeña biblioteca por la inundación de su pueblo en las márgenes del Orinoco.

Las bibliotecas y museos eran objetivos militares durante la invasión de los Estados Unidos a Irak. Un saqueo sospechosamente eficaz terminó por devastar la memoria de un país y del mundo.

Báez escribió posteriormente un libro llamado “Historia Universal de la destrucción de libros” que narra 55 siglos de destrucción de libros con hechos verdaderamente vergonzosos y abominables. En su balance, más del sesenta por ciento de los libros destruidos fue por impulso voluntario y el resto sería imputable a catástrofes naturales, accidentes, parásitos, cambios culturales y la propia fragilidad del papel.

El caso de biblioteca de Alejandría, antigua capital de Egipto, es el más emblemático de la antigüedad. Todos los libros posteriores reconocen que el emperador romano Julio Cesar fue el causante indirecto de esa catástrofe cuando un incendio de la flota de barcos se extendió hasta las orillas de la ciudad y alcanzó la biblioteca. Si algún país le debe algo a una mujer, ese es Egipto a su reina Cleopatra, quien logró salvar para la posteridad una parte del acervo de la Biblioteca de Alejandría en llamas. Gracias a la reina hoy sabemos de Ptolomeo, Hipparcos y Aristarco de Samos, entre otros

En China, hacia el 213 a.C., el emperador Shi Huandi entregó a las llamas los escritos de Confucio. El emperador Augusto pasa a la historia como defensor de Virgilio, pero también como el destructor de millares de otras obras. Entre los años 550 y 750 los libros clásicos dejan de ser copiados y son borrados para escribir sobre ellos otros textos. El año 1204 la Cuarta Cruzada llega a Constantinopla a destruir manuscritos. En el Japón la guerra civil de 1467-1477 acaba con todas las bibliotecas de Kioto. Cuando el ejército de Carlos V conquista Roma, los soldados combaten el frío utilizando como combustible libros de las bibliotecas saqueadas. En el París de Robespierre, Marat y Saint Just se destruyen más de 8.000 libros y más de cuatro millones desaparecen de Francia, de ellos 26.000 antiguos manuscritos. Las tropas de Napoleón irrumpen en la abadía de Montserrat y queman la biblioteca y el archivo mejor organizados de Europa.

Libros por Alegría

La chilena Verónica San Juan cuenta que en los días siguientes al golpe de estado de Pinochet contra Salvador Allende en septiembre de 1973 vio varias veces a su abuelo en el cuarto de baño o en el patio de su casa quemando libros, afiches, papeles y fotografías. Casi todos los libros estaban prohibidos. Verónica recuerda algunos títulos prohibidos: “La revolución industrial”, “Las aventuras de Tom Sawyer”, “Sandokán”, “El fantasma de Canterville”, “Las aventuras del Salustio y el Trubico” (Chascarros).

Pero hubo libros que su familia no sacrificó. Guardaron y conservaron los mini-libros de la Editorial Quimantú y su padre se los regaló en 1977, antes de partir exiliada a los Estados Unidos. Guardó la colección hasta 1989 cuando supo que Lalo Cruz Poblete estaba desahuciado, tenía cáncer y su madre, doña Elena Poblete, pedía libros para que su hijo pudiera pensar en otra cosa que no fuera en su muerte. Empaquetó toda la colección leída y se los envió con su tía Elba Cruz, a su casa de Linderos en Chile. No sabe qué fue de aquellos mini-libros después de que enterraron a Lalo, pero pensó que sería bueno reconstruir esa herencia paterna y comenzó a buscarlos en ferias y tiendas de textos usados

(Fuente: MEMORIA DE LOS LIBRO, EXHUMACION DE UNA HISTORIA. Verónica San Juan)

Infantes en la mira

La dictadura militar argentina (1978-1983) llegó a los colmos: el ojo censor fijó su atención a la literatura infantil. Los militares se sentían en la “obligación moral de preservar a la niñez” de aquellos libros que —a su entender— ponían en cuestión valores sagrados como la familia, la religión o la patria.

Algunos ejemplos de libros censurados y por qué:

La Torre de Cubos: de Laura Devetach
"Del análisis de la obra La Torre de Cubos se desprenden graves falencias tales como simbología confusa, cuestionamientos ideológicos-sociales, objetivos no adecuados al hecho estético, ilimitada fantasía, carencia de estímulos espirituales y trascendentes" además, el libro critica "la organización del trabajo, la propiedad privada y el principio de autoridad". Resolución N° 480 del Ministerio de Cultura y Educación de Córdoba

El nacimiento, los niños y el amor, de Agnés Rosenstiehl y Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, y que trata sobre una huelga de animales. Este libro fue elegido para integrar la Lista de Honor del Premio Internacional "Hans Christian Andersen", otorgado por International Board on Books for Young People, con sede en Suiza:

"En ambos casos se trata de cuentos destinados al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo (...) De su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la Iglesia, a la familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone." El decreto militar de su prohibición está fechado el 13 de octubre de 1977

El pueblo que no quería ser gris y La Ultrabomba ambos de Augusto Bianco. El primero que trata sobre un pueblo que se negó a pintar sus casa de gris sino de rojo, blanco y azul (colores de la bandera chilena) y el otro sobre un piloto que se niega a arrojar una bomba.

Tan peligroso es el cuento que nos permitimos reproducirlo:

EL PUEBLO QUE NO QUERIA SER GRIS
de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes

"El rey grande del país chiquito, ordenaba, solamente ordenaba; ordenaba esto, aquello y lo de más allá, que hablaran o que no hablaran, que hicieran así o que hicieran asá.

"Tantas órdenes dio, que un día no tuvo más para ordenar.

"Entonces se encerró en su castillo y pensó, y pensó, hasta que decidió:

"—Ordenaré que todos pinten sus casas de gris."

"Eran tantos, tantos, y estaban tan entusiasmados, que al momento el castillo, las murallas, los fosos, los estandartes, las banderas, quedaron de color rojo, azul y blanco.

"Y los guardias también.

"Entonces el rey se cayó de espaldas una sola vez, pero tan fuerte que no se levantó más."

El pueblo que no quería ser gris, (Buenos Aires, Ediciones Rompan fila, 1976).


Cinco dedos editado por Daniel Divinsky y Kuki Miler es un libro infantil -escrito en Berlín Occidental- en el que una mano verde persigue a los dedos de una roja que, para defenderse y vencer, se une y forma un puño colorado. El cuento fue prohibido en febrero de 1977 “por tener finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica, propia del accionar subversivo". Daniel Divinsky y Miler estuvieron 127 días detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. Estando todavía en prisión también fue prohibido Ganarse la muerte, de Griselda Gambaro, otro de los libros de su sello.

"Un ejemplar de Cinco dedos fue comprado por la esposa de un coronel de Neuquén, que cuando vio el libro que tenían sus hijos se horrorizó. Una de las cosas que le había molestado era que la mano derrotada fuera verde, el color del uniforme de fajina del Ejército Nacional. De ahí surgió la prohibición."

"El 30 de agosto de 1980 la policía bonaerense quemó en un baldío de Sarandí un millón y medio de ejemplares del sello CEAL, Centro Editor de América Latina, retirados de los depósitos por orden del juez federal de La Plata Héctor Gustavo de la Serna. Fueron llevados a la fuerza dos testigos para que presenciaran y fotografiaran la pira. El objetivo era demostrar que nadie se robaba libros. Para qué andar con rodeos: lisa y llanamente se prendía fuego”

(Fuente: LOS LIBROS INFANTILES PROHIBIDOS POR LA DICTADURA MILITAR ARGENTINA. Página IMAGINARIA N° 48 Buenos Aires, 4 de abril de 2001)

Venezuela

Las ideas de la independencia de Venezuela provienen en gran parte de los libros prohibidos por la Corona española que venían de contrabando de Europa escondidos entre telas y especies en los galeones de la Compañía Guipúzcoa.

Se recuerdan también los libros prohibidos por las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez. De esa misma época son famosos los grandes y convenientes incendios de los archivos de la Seguridad Nacional.

Más recientemente, el régimen de Rafael Caldera prohibió un libro de cuentos de Salvador Garmendia por, según los censores, escribir palabras obscenas. Estos moralistas también prohibieron en ese período película El último tango en París.

Israel Centeno publicó con Alfadil la novela de ficción llamada "El complot", cuyo tema argumental es el frustrado intento de asesinato de un presidente a manos de quienes fueron sus partidarios. Esta obra recibió ataques anónimos, que llegaron al autor por correo electrónico y un editorial del semanario Temas. Algunos fragmentos de la carta anónima son los siguientes:

“(...) tanto su libro como el articulo de Manuel Caballero y de un desconocido que se hace llamar Méndez Guédez han emitido una orden subliminal ¿Cual? Asesinar al presidente (...) Usted debe ser denunciado y su libro debe ser recogido. Tenemos años pidiéndole mano dura al presidente frente a la contrarrevolución. Sabemos que uno de sus libros de cuentos se lee en las escuelas, le hacemos un llamado al ministro Aristóbulo Istúriz para que tome cartas en el asunto. Debe presionarse a las editoriales para que no sean vehículos que sirvan para envenenar la mente de nuestros hijos. Vigilantes de Catia”

(Fuente: Charla LIBROS PROHIBIDOS ¿EXISTE CENSURA EN VENEZUELA? Ana Teresa Torres, 17 de julio de 2003)

William Ojeda, entonces periodista de Radio Caracas y ex constituyente, fue condenado a un año de prisión a fines de 1996 por su libro ¿Cuanto vale un juez?

El libro “Narcotráfico S.A., La Nueva Guerra del Opio” de Lindon H. LaRouche que asocia las grandes fortunas latinoamericanas al lavado de dinero fue retirado de circulación por amparo constitucional ya que menciona a Gustavo Cisneros.

Hijos de papel

Estimados
Gloria Fonseca, Jimi Rojas Medina, Marisol Gómez, Myriam Pérez, Adelaida Falcón, Johnny Jordán, Magaly Falcón, Yhonny Cedeño, José Gregorio Alvarado, Ronald Cortez,Víctor Osvaldo Cercado, Arlene Landaeta, Guillermo Rondón, José Eusebio Sánchez, Yuly Orellana, María Alejandra Marcano, Carmen Elena Barreto, Wilson Lugo, Gabriel Leal, Michell Ereú, Adonis Jiménez, Miguel Urbina, Jelfry Escalona, Pablo Perozo, Unay Cordero, Maoli Jiménez, y Paola Guerrero,

ahora que sus nombres están impresos en este libro, que sus obras ya nos les pertenecen porque están expuestas a los pareceres de otras personas, no sé si ya lo saben o están por saberlo: a partir de ahora sus vidas cambiarán, si no han cambiado ya, para siempre.

La suerte de los libros en cualquier parte del mundo ya no les será indiferente. En este libro está un pedazo de amor, porque como les dije al principio, cuando se tiene un libros, se tienen todos los libros del mundo.

Cualquiera sea la suerte que corran sus obras, les deseo muy buena suerte para ustedes y ara sus hijos de papel.

Muchas gracias.

Juan Ramón Pérez

Acarigua, 29 de Noviembre de 2006

Texto agregado el 05-12-2006, y leído por 6096 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
10-08-2009 buen texto, me encantaria q me dijeras si sabes algo de la misma quemazon de libros en mexico la-chika-del-espejo
08-01-2007 Los comentarios anteriores, han expresado la significación de este texto. Es excelente. ***** SorGalim
04-01-2007 En esta vida siempre nos dicen lo que tenemos que hacer y lo que no,nos piden que leamos más y a las personas que desde pequeños nos apasiona la lectura nos chocamos con que ciertas lecturas no son las adecuadas y está lo del mito que no sé si será verdad que cuando compras un libro o lo pillas de la biblioteca automaticamente te fichan para saber si eres una persona peligrosa yo no lo creo mucho pero sabrá dios pues con las cosas que están pasando. de todas formas si analizaramos todos los cuentos infantiles comprobariamos que más de uno tiene un fondo distinto de explicar. que tengas un buen dia. mil besos mágicos hadaa
07-12-2006 Intentaré armar un comentario a la altura de este notable discurso: En el libro hay atributos que se conectan con la esencia del ser humano. Uno de ellos es la intimidad, que da lugar al ejercicio de la libertad, entendida en el sentido más individual y eudemónico del lector. Al menos en mi caso es así. Por lo tanto el contenido de cualquier texto adquiere sentido mediante el ejercicio de dicha libertad, que por lo demás, es consustancial a nuestra natruraleza. Y cuando hablo de libertad no lo hago bajo el prisma de la teoría política ni del poder. Y allí estamos nosotros, lanzando libros como lanzando piedras. Adhiero y empatizo en toda la casuistica expuesta. Me sentí muy identificado con las consideraciones del autor. El libro fue y será siempre una oportunidad.Lo suyo es francamente notable. cao
06-12-2006 Digo: Me ha quitado usted las palabras de la boca. Hace ya un tiempo que ronda en mis circunvoluciones la idea de un escrito semejante. Si sé lo que es quemar libros para poder salvar la vida aunque el humo te delate o algún vecino decuida “hacer patria” denunciándote. Sé lo que es esconder libros que no se pueden quemar porque la conciencia te lo impide. Sé lo que es reírse por lo que se quema. Ha de saber usted que en esas racias de combustión que le bajan esporádicamente a ciertos autodenominados censores se acometen hogueras contra la Revolución del Átomo (por la palabra revolución) y sin embargo pasan por alto la Sagrada Familia de Engels (por la palabra sagrada). Hoy aquí, a plena democracia, sin haber censores, una turba asaltó la biblioteca de la universidad para hacer barricadas de protesta por algún tema que toca a esa nación chileno-argentina que son los mapuches. Y se quemaron 1200 libros de nuestro patrimonio cultural en protesta promapuche para hacer fogatas con los textos. No hay que ser censor, ni inquisidor, ni dictador para quemar los libros. Basta con la estupidez vecinal, la insensatez doméstica, la barbarie cotidiana para acometer estos actos que repugnan tanto la conciencia. Pero para ello y sin pausas ni desmayos procreamos esos hijos de pape. Un agrado si texto señor .E infinitas gracias a Maravillas que me invitó. BenHur
06-12-2006 Muy interesante, completo y bien documentado este recorrido por el mundo del libro. Pero quiero expresar mi opinión en un punto: "Los libros prohibidos". Al menos los que aquí citas no son libros prohibidos. Son libros en los que se ha utilizado el mito de la prohibición con fines de "marketing" Harry Potter, Código da Vinci, temas sobre pederastia en la Iglesia Católica son libros que ofenden ciertas sensibilidades, pero no pesa castigo alguno por si alguien decide leerlos. Los Versos Satánicos, de Salman Rushdie, sí es un libro "prohibido" por quien se sintió ofendido en su fe. Y pesa pena de muerte no sólo para quien lo lea, sino sobre el mismo autor. Muy diferente a Código da Vinci, que supo aprovechar muy bien la supuesta prohibición para atraer lectores, pero por más que se hayan expresado opiniones en contra o que contradicen lo dicho por el autor, nunca se dictó una probibición o castigo alguno para quien lo lea. Considero importante la precisión. Por lo demás, el trabajo es muy valioso y merece las cinco estrellas. borarje
06-12-2006 Rubrico tu frase: "la ignorancia no tiene nacionalidad". La maldad tampoco, y la mediocridad es la patente de la incompetencia supina en todos los órdenes. Me ha encantado tu aventura o viaje alrededor de un libro, bogando por la historia de la humanidad. Siempre he tenido una enorme y curiosa preocupación por el incendio de la Biblioteca de Alenjandría, y me preguntaba: ¿Qué hubiera sido del mundo si esa "catedral del saber" no se hubiera quemado? Seguramente hubiera ardido más tarde. Y es que el mundo es una constante editorial de obras ya escritas que volverán a arder en la pira de la ignorancia, para volver a escribirse, y así por los siglos de los siglos... ¡Mándame ese libro, "El vaquero de vidrio", aunque esté dedicado a un tal frnaklin! (no soy celosa) ¡Buena suerte con los libros! Y gracias maravillas
 
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