Dedicado a Mis Diabis (porque ellos saben lo que se siente)




Siente, percibe, nota, presiente como esa ligerísima confusión regresa.

Vuelve a ese estado libiano en el que la realidad y la fantasía cohabitan.

Tú otra realidad. Un mundo donde la dulzura es más amarga.

Mi espacio sideral, ¿cuál es el tuyo?

Un sudor frío recorre tu cuerpo entero y te hace tiritar. Siente como tus pasos se adentran en un nerviosismo incontrolable. Tiemblas.

En cuestión de segundos dejas de sentir y todos tus fantasmas resurgen. Saltan, gritan y realizan movimientos esperpénticos.

Ni una sola gota de alcohol.

Lágrimas y risas resurgen de tu cara. Esa palidez casi mortal.

Breves momentos de descontrol sin preaviso. Minutos que se marcharon con el tren. Fugaces. Que jamás regresarán de la ciudad feliz.

Aturdimiento.

Tu organismo da la voz de alarma. Busca, busca, busca esas pequeñas reservas. Y una vez agotadas... Tu mente deja de percibir el mundo y lo coloca del revés. Es la que más sufre. Deja de almacenar datos y se dispara. Sólo el adorado dulce hará su cometido y penetrará en nuestra gran máquina de pensar. Entonces volverá a almacenar todos esos recuerdos.

Ahora se encuentra en un delicado letargo. Un maldito y grave sueño del que pronto despertará. De él solo quedará un "bonito" dolor de cabeza y otros tantos pensamientos más.

Gracias a esos ángeles que te hacen regresar, en cada uno de esos intentos de perturbación mental.

Te conviertes en el centro de todas las miradas. Sin embargo, al despertar, te sientes tan pequeño.

Maravillosos polvos mágicos. Blancos. Dulces. Impolutos.

Dejas de desvariar y recuperas tu vida y esos pasos que hace unos segundos, se paralizaron.