(Todos los capítulos y el final).
-Acá dice que quien ose traducir este jeroglífico, morirá ajusticiado por las propias manos del faraón.
-Patrañas, como ves, yo lo he logrado, he traducido por fin esta enrevesada fórmula y me parece muy improbable que algún descendiente de este monarca venga a hacer cumplir el mandato de esa leyenda.
-Quizás.
A miles de kilómetros de distancia, el leve parpadeo de una momia, apenas estremece la enrarecida atmósfera del sarcófago que la contiene durante una eternidad de tiempo…
Una sombra cruza Egipto y viaja al compás de los vientos. Nadie la ha visto porque es diáfana a la luz del día y en la noche es invisible. A veces es un vaporcillo tremolante que sólo algunos pájaros pueden ver. Basta que ello suceda para que se produzca un estremecerse de plumas que provoca el desconcierto de la bandada. la que se bifurca en diversas direcciones como granizada de plumas.
Cuando la sombra desciende y cae en terreno baldío, se transforma en un cuerpo difuso que avanza con paso resuelto, superando todo obstáculo. Son mortajas amarillentas que envuelven un cuerpo aparente en el cual brillan dos ojos penetrantes. En ellos se refleja la resolución. Al oeste, siempre al oeste. Allá debe consumarse su primera venganza…
Una sombra entre las sombras, pasos lentos sobre el empedrado, milenios han transcurrido bajo estas mortajas. El maleficio está en marcha, soslayando generaciones. Los párpados se iluminan ante la perspectiva de cobrar el precio de sangre que sea necesario.
En un lugar distante, un hombre bebe un vaso de whisky bajo la luz de una lámpara. Su corazón late desaforado y el no sabe si es por el licor ingerido o porque, en el fondo, teme que esas palabras descifradas hayan despertado al fantasma que aguarda en el fondo de los siglos. El licor sabe muy bien pero no alcanza para disipar esa preocupación que crece desmesurada en su alma escéptica…
El Pasillo está a oscuras. Dentro de aquella habitación, la botella de whisky resbala y se fractura en mil pedazos. Todo huele ahora a licor, es sólo un estúpido accidente, pero, en la mente alocada del científico, subyace la idea certera de un mal presentimiento. Es igual a una cerbatana que se ha quedado vibrando a milímetros de su cabeza, es el aroma inequívoco de la fatalidad. El hombre siente que su corazón ha desatado las alimañas del terror. Sabe, está seguro, que detrás de esa puerta, alguien que no es humano, una entidad monstruosa que sólo obedece al impulso de la maldición, aguarda el instante preciso para apagar, de un mortal soplido, los cirios temblorosos de su existencia…
El científico sabe que abrirá esa puerta, aunque, al igual que la caja de Pandora, la apertura aviente todos los malos presagios, así sea la mismísima muerte la que se aparezca en traje de gala para cobrar su justo precio. Los mecanismos del tiempo están girando con sus revoluciones exactas, ni más lento ni más rápido, la cita se ha establecido, el encuentro entre dos almas milenarias se producirá como la profetizada cita de dos esferas en la inmensidad del Universo.
La mano del condenado se aferra a la manilla que desatará todos los demonios, las causalidades que aguardaron agazapadas en un rincón imperceptible de las edades. El hombre traga saliva, piensa, su rostro es una máscara impasible ante el determinismo de estos hechos. Su mano se atreve al fin a accionar la manilla con además resuelto y se escucha el chirrido de la hoja, que se confunde luego con el alarido de espanto del pobre infeliz. Unos pasos torpes resuenan en el departamento, las luces se apagan de improviso, sumiéndolo todo en una melcocha horrorosa y pestilente.
Más tarde, cuando la luz ha regresado, un ser tendido sobre la alfombra, con sus ojos desmesuradamente abiertos, parece ser la fotografía del pavor, el retrato de un miedo ancestral, eternizado para siempre por el imperio de esa justicia que se demoró cinco mil años en arribar y que avanzó lenta y sinuosa como un venenoso reptil.
El ser repulsivo regresa convertido en espuma, en nube, en bocanadas de aire arremolinado. Su hermano ha pagado cara su lejana traición y ahora vagará por los oscuros pliegues de la eternidad, convertido en un muerto sin nombre ni destino…
F I N
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