“Vamos, despierta.”
Orlando se dio una vuelta, era la primera vez hacía años que dormía tanto. Se escuchó un golpe y el grito de una mujer desde la casa vecina.
“No puedes haberme olvidado tan fácilmente.”
No quería despertar, pero la voz insistía. Afuera se escuchó un segundo grito.
“Nunca dejas de sorprenderme... Fue un buen trabajo el que hiciste, no hay duda de eso, pero ahora necesitarás mi ayuda.”
Y un tercer grito acompañado del llanto de un bebé.
“Las cosas se pondrán difíciles, más de lo que te imaginas y tu imaginación puede llegar bastante lejos...”
- Suéltalo!- sollozaba la mujer.
- Nunca lo acepté como hijo mío!- exclamó un hombre- Siempre lo odié, no me importa que su padre esté muerto...
“... quien mejor que yo para saberlo...”
- Que haces!? Aléjalo de la ventana!!
“... que he vivido dentro de tu mente.”
- No te preocupes, irás a reunirte con él muy pronto.
- No!!!- gritó con la voz desgarrada.
Se escuchó un golpe blando. El llanto se silenció.
“Ya, despierta. Sé que me escuchas, no puedes evitarlo.”
El hombre comenzó a reír desquiciadamente, se escucharon pasos apresurados y por el nuevo sonido Orlando comprendió que la mujer lo había empujado por la misma ventana desde el segundo piso y por los lamentos posteriores, supo que no había corrido con la suerte de morir. Se escucharon aullidos, ladridos y gruñidos, seguidos de los gritos de dolor del caído.
- Ahí tienen- señaló ella desde la ventana- al parecer he servido el desayuno. Manténte vivo lo más que puedas, cariño, así resultará más interesante.
Comenzó a sentir arcadas y corrió al baño.
“Ves? Que gran imaginación... que desagradable es aveces si no se logra controlar.”
- Por qué desapareciste?- preguntó cuando terminó de vomitar y se tendió de espaldas en el piso.
La voz no respondió.
- Vas a seguir igual que antes? Para eso vienes a fastidiarme de nuevo?
“Ten cuidado Orlando, las palabras tienen peligrosos poderes, bien lo sabes tú.”
- Respóndeme, por qué te fuiste, a dónde?
“Recuerda, cada respuesta a su tiempo, ahora lo único que importa es que estoy aquí para ayudarte.”
- Ayudarme a qué?
“Angie.” Dijo la voz luego de unos segundos.
- Ella? Que tengo que ver con ella?
“Ya lo sabrás.”
Estaba sólo, con ambas manos sobre el rostro a lo largo del frío suelo. Nadie le hablaba, aquella voz estaba dentro de su mente y sólo él podía escucharla... y, hace bastantes años, Ella también podía. Ahora lo recordaba, Angie y la voz- que ella llamaba demonio- habían sido eliminados de su memoria durante todo ese tiempo, quizás desde el momento en que amó y fue feliz.
Salió al jardín, era verano en aquel lado del mundo y el sol alumbraba alegremente. Frente a la puerta contigua los perros aún desayunaban sobre la espesa poza de sangre, no escuchó quejidos por lo que supuso que acababa de morir. Un gran grupo se acercaba por la calle, traían escopetas, puñales, diversas botellas a medio vaciar y numerosas piedras que aventaban contra las ventanas que no habían sido quebradas durante la noche. Al ver a Orlando las manos quedaron paralizadas en el aire y uno de ellos se le acercó tambaleante.
- Oye, amigo! Vamos al bosque, a esa maldita reserva... estamos reclutando tipos que quieran acabar con esas bestias de mierda, con un par de especies...- rió entre dientes. – Por si quieres venir...
- Ah, si? Se oye bien.- Comentó Orlando sin demostrar ninguna expresión.
- Claro, puedes robar las armas que quieras... la mayoría éramos cazadores, pero esas leyes idiotas de preservación... da lo mismo... ya nada importa. Las bestias fueron creadas para nuestra entretención, somos más de doscientos, no quedará ninguna...
- Entonces tengo que ir.
- Vamos ahora...
- No, los encuentro más tarde.
- En serio?
- Sí... los encontraré, puedes estar seguro.
- Como quieras.- Y corrió, agitando la botella casi vacía, a encontrarse con los demás.
- Qué piensas?- consultó Orlando en voz baja.
“Creo que el arco te servirá bastante... Aún lo tienes?”
- Sí, es lo único que guardo de la Mansión Crow. Ah! Y el cuaderno...
“Que comience la Cacería entonces!”
Orlando desempolvó el arco y las cinco flechas que quedaban y de su escritorio sacó el cuaderno de dibujo y el cuchillo que había empezado todo la noche anterior. En el camino al bosque se encontró con niños despellejando perros vivos, con pandillas enteras enfrascadas en batallas personales y con cadáveres recientes, al principio contaba los cuerpos diseminados, pero pronto perdió el interés por ellos, por sus perros y sus gatos. Había supuesto que intentarían atacarlo, pero hombres y animales lo observaban a prudente distancia.
- Por qué no me hacen nada?
“La sombra del futuro” respondió la voz y se negó a dar mayores explicaciones.
Tras dar la vuelta a otra esquina, se encontró con tres hombres violando salvajemente a una niña, ella lo miró acercarse con sus grandes y serenos ojos grises, estaba desnuda , cubierta sólo por su propia sangre que resbalaba lentamente y manchaba el cemento y sus cabellos castaños. Orlando se detuvo frente a ella , calculó que tendría unos quince años y notó que había dejado de luchar contra sus captores y se había rendido, aquellos no lo vieron, se turnaban en sujetarla, golpearla y penetrarla con tal dedicación que no notaron su presencia hasta escucharlo hablar;
- Vamos al bosque, si quieres venir con nosotros puedo ayudarte.
- Me parece bien.- murmuró ella con voz trémula, sin preocuparse de que el extraño que se ofrecía a salvarla hablaba en plural.
Los tres lo miraron sorprendidos más que asustados, ya que no se les había ocurrido en ningún momento que alguien quisiera socorrerla. Orlando tardó dos segundos en acabar con el primero: posicionar el arco, colocar la flecha, apuntar, disparar y matar, y tres segundos más en derribar a los otros dos que habían recuperado algo de la cordura que les quedaba y corrían con los pantalones abajo. La muchacha se levantó con dificultad y recogió lo que quedaba de su vestido mientras él iba en busca de las flechas.
- Estás bien?
- Todo lo bien que podría estar... Muchas gracias.
- Podrás caminar?
- Creo que si.
- Vamos entonces.
“Nos complicará el viaje.”
“Le di a elegir.”
Luego de atravesar la ciudad y su caos llegaron al bosque, un recodo tranquilo que le traía recuerdos de niñas perdidas, ángeles expulsados y criaturas hambrientas. No era el mismo bosque, pero tenía aquél aire misterioso y cautivador que siempre lo había llamado a acercarse. Una vez entre los árboles, la joven se atrevió a hacer la primera pregunta;
- Vienes a matar animales?
- Sí... vengo a cazar verdaderas bestias.
- Pero si sólo son ciervos y...
- Eso es lo que tu crees... Ven, allá hay una.
Se escondieron tras un árbol a observarla, parecía tranquila, más bien alegre, se había alejado de sus compañeras unos pasos para amontonar unas hojas, miró alrededor y al no ver nada que le resultara amenazante se tendió sobre la maleza y cerró los ojos.
- Espérame aquí- le susurró mientras cargaba el arco y se acercaba. Cuando estuvo a su lado la apuntó y dijo: - Hola amigo.- Éste despertó y antes de que pudiera reaccionar, Orlando le incrustó una flecha en el brazo derecho dejándolo clavado al piso y agregó:- Ves? Te dije que los encontraría.
El tipo que era el que se había acercado a invitarlo soltó un grito y comenzó a forcejear.
- Creo que tengo una concepción de la palabra bestia muy diferente...- y clavó la segunda flecha en la pierna izquierda.
La presa lanzó otro grito.
- Que haces hijo de p...
- Ni te atrevas!- Y disparó la tercera en su brazo izquierdo. – Debes pensar en lo mal que resultó el invitarme... Supongo que tu sueño fue siempre el poder matar a los animales que pudieras, no? Pues, me estoy dando cuenta que uno de mis sueños es cazar insectos como tú...
Apuntó directo a su corazón.
- ... entonces... felices sueños.
Y disparó. |