¿Acaso el fracaso llamó a mi puerta?
Urbano y cotidiano,
fresco y lejano.
No llamó, mi puerta estaba abierta.
Crecimos juntos,
piel con piel,
uña y carne,
levantada por la herida, cerrada por puntos.
Cristales rotos sobre mi pecho,
pisados por tí,
machacados,
sangrando cada herida por lo hecho.
Y no me pidas que vaya con prisas,
que las prisas son buenas,
buenas amantes,
con cierto olor a escaso.
Y, para cada caso,
sin tón ni, tampoco, son,
hay un fracaso,
reincidente, caspón.
Y no mires tu espalda,
acomodada con su obra,
obra de arte pendiente,
tatuaje nominativo,
nominativo y sin fondos.
Iré despacio, iré.
No culpo al trabajo,
ni tampoco a estrés,
pero sentía, eyaculé.
Y qué más da,
si rima o no,
pero esto es poesía,
sin calefacción,
sin monotonía.
Si no la entiendes,
llámame,
que estaré disponible,
te explicaré.
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Una sóla palabra,
un sólo momento,
un sólo decirte,
no me des tormento.
REINCIDENTE. |