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Inicio / Cuenteros Locales / bordemar1 / UN POCO DE SU SANGRE

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A esa hora como de costumbre, las casas se anclaron a la sombra de la noche, disputándose la luna llena, reflejada en el mármol de sus columnas. En ese silencio, se alcanzó a percibir el violento crujir de las hojas secas bajo el peso de unos enormes pies cansados, seguidos por la danza sincopada de una respiración presurosa y agitada.
Fue ahí cuando apareció, a la vera del camino recién adoquinado. Rapado y desdentado. Nunca antes se le había visto. Emergió indiferente entre las gentes, matizando de asombro todo el espacio urbano. Aparentemente, no tenía nada de aterrador como para atemorizar a nadie. Más bien parecía un resquebrajado sobreviviente de incontables golpes de la vida. Sin embargo, su olor y su sombra olían milagrosamente a subsuelo. Iba y venía. Pero por alguna razón, que jamás se logró entender, siempre volvía a revisar de reojo su reloj, justo cuando un gallo cantaba y otro muy distante le respondía.
Cuando se le vio por primera vez, pareció que estaba en una corta visita, por una sola vez y sin regreso. Por eso a nadie sorprendió cuando esa noche se sentó a la orilla de la calle empedrada, y dirigiéndose a los transeúntes, se le escuchó decir: “Buenas noches.....Perdonen la molestia...Soy un viejo de provincia, de paso por aquí. Desgraciadamente estoy muy enfermo y no puedo abastecerme por mí mismo. Necesito urgente de su ayuda para seguir sobreviviendo. Apelo a su compasión y clemencia.

Si alguno de ustedes fuera tan amable en proporcionarme un poco de su sangre”.
_ ¿Un poco de su sangre, señorita?
_ ¿Un poco de su sangre, señor?
_ ¿Unas escasas gotitas, señora?
_ ¿Joven, un poco de su sangre, por favor?
¿Acaso una broma de mal gusto, lúdica e inocente? O este viejo está llevando las cosas al extremo. Posee un morbo irresistible este demente calvo y estropeado. Seguramente se volvió loco desde que su familia estallara en mil pedazos.
Cuando se es niño se escucha tantas veces decir que vampiros y fantasmas se hacen siempre acompañar de unas lámparas de carburo que huelen prodigiosamente a infierno. Nada de eso había en él. Ni siquiera una leve sonrisa sardónica.
Sin embargo, a esas alturas, al fondo de la calle, una muchacha empezaba lentamente a desabrocharse la blusa, sin apartar la mirada del hombre, mientras su mano izquierda deslizaba sin escrúpulos, el tembloroso crucifijo de su cuello.









Texto agregado el 04-12-2006, y leído por 267 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-12-2006 Aquel que camina pidiendo sangre pide demasiado se podrá pensar... y es que los atormentados alguna vez fueron más optimistas que los que piensan positivo, por eso ya se han decepcionado PARA SIEMPRE albertoquilapan
05-12-2006 Guau, me cautivó,jajajaj, salvaje********* Anti_Musa
05-12-2006 Excelente prosa.. pero, qien es ese viejo que inspira más lástima que ofensa, que pide de limosnas algunas gotitas de sangre... quien es?. Un ser que salio del subsuelo, quizá es la conciencia profunda del pueblo, que solicita algo de vida? el incociente personal? A quién se le debe de volver a subterra.. a traves del rezo..un abrazo rub sendero
04-12-2006 Muy bien escrito con un magnífico final... elcocodrilotaimado
04-12-2006 me encantó! nueces
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