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Mil quejas de sufrimiento se aúnan en un aullido que asalta mi alma que no duerme; pero sí quiere soñar. Ilusiones de un niño que trastabillan en un camino espinoso que no conduce a ningún lado, pero que muchos toman, tal vez por error, tal vez por obligación, tal vez porque parece el mas corto o el único ¿Pero, adonde? Aquí, a esta celda sombría, repleta de rostros desencajados que irrumpen en mi almohada con la única y exclusiva razón de encontrar una respuesta ¿por qué? Noche tras noche ensayan su tortuoso ritual sin hallar una respuesta que mitigue la aflicción de sus almas truncas; pero quizás ese sea objetivo: preguntar, reprochar, atormentar mi conciencia. Tal vez su único consuelo, seguramente mi mayor castigo.
Afuera amaneció pero los gritos no se evaporaron con el asomo de los primeros rayos entre los barrotes de mi ventana. Siguen allí, vociferando desde la plaza con su fanfarria endemoniada que se enmudece, solo un momento, para después explotar de júbilo al verme transitar, con los guardias, el camino del calvario hasta la torre de sentencias. Un séquito de capuchas negras aguarda mi arribo en lo alto de la torre y me cubren la cabeza con un trapo embriagado por el aroma del final de las almas. Y otra vez el jolgorio y el bochornoso vitorear de mi nombre. No el de nacimiento, promesa de un padre orgulloso y esperanzado; sino el ganado por mis propios actos. Ya no veo el gentío; pero sus rostros murmuran en mi oído mientras apoyo la cabeza sobre el tronco. De pronto; el silencio que acompaña el comienzo de las grandes cosas y el término de otras tantas. El redoble terrorífico de un tambor y el zumbido del aire rebanado por el filo de un hacha impartiendo una dosis de justicia. Ya no escucho la algarabía de la plaza; pero la presiento. Ni el sol de la mañana me convida una caricia tibia; pero un fuego que se abre a mis pies me arrulla entre el chamusco de la carne y el hedor del azufre. No veo los rostros reclamantes pugnando por el sosiego del espíritu, ahora que tengo la respuesta. Si solo pudieran escuchar mi voz gritando perdón, si solo pudiera despegar mi cara decapitada desde el fondo de esta cesta.

Texto agregado el 04-12-2006, y leído por 107 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-12-2006 Y sí, a mí me pasó que una vuelta perdí la cabeza por una mina... es que estaba buena... ¿Usté cuando dice ves quiere decir vez? Es que con esta curda apenas descifro las letras. Pocacosa
 
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