Siempre jure q nunca involucraría sentimientos, solo la razón y las hormonas, rechace la humanidad que existía en mi por temor a sufrir y lo demostré riéndome de todo aquel q tuviera amor a su lado, gritando sin cuidado alguno la gran tontera que cometían las personas una y otra vez a lo largo de la historia sin aprender la lección.

Camine 23 años con el mayor cuidado y delicadeza, para así no chocar con nadie por accidente que pudiera significar algo y forme un caparazón de chillidos y ropa con el fin de desilusionar a cualquiera que se fijara en mi mirada.

Cuando te conocí no fue en un momento de descuido, estoy segura que no lo fue, hasta entonces todo estaba controlado, conocía la meta a la perfección, pues era la única que existía hace años, la única que perduraba en el tiempo y en los trastornos de una vida extrañamente normal que buscaba refugiarse en los cuentos relatados en una infancia infinita y segura.

Las tardes pasaron mientras los bailes de conversación surgían y los cuentos cantaban la ruptura del esquema. Y fue entonces el momento en el que el tiempo aposto para ganar y dejo atrás las palabras por besos sin significado que día tras día traían la incertidumbre del hablar, borrando el comprender que nadie comprende a nadie.