Mi destierro.
Fumé un cigarrillo mientras escuchaba los sugestivos gritos de una mujer aparentemente hermosa, no sé, quiza era su voz calida la que me confortaba en ese instante, se sentía un leve pero ensordecedor grito quizá de un suicida que decidió acercarse a la soporífera caja de hierro en la que hace varias noches decidí introducirme.
En el espacio que estoy, sentí un leve calambre en mis piernas que cosquilleaba constantemente, desde entonces y para siempre las echo de menos. Llegan a mi mente infinidad de recuerdos; como aquella silla vacía en la que algún día estuve llorando, miradas perdidas, quizá era el teatro nacional sin público y como olvidar la imagen de una cárcel con reos, una carcel como tantas de mi tierra. Estaba solo y era eso lo que importaba, mi soledad, la que esperé por mucho tiempo. Lo único que había esperado por siempre era una vida reposada, una vejez mesurada, nietos rodeándome, pero las ventanas de mi casa hoy como siempre debían estar abiertas de par en par esperando el agitar diario de esta vida que se me llevó la tranquilidad.
La silenciosa pero nauseabunda caja en la que me metí, me llevó al encierro en el que decidí por fin desahogarme, el aire denso, el frío seco, por el humo enloquecedor y vicioso del espacio en el que me encuentro, es el principal enemigo al que acudí pidiendo una explicación para la absurda soledad... Y un llanto escandaloso me llevó a otro lugar. Quizá ahora empieza mi vida a tener sentido....pensé.
Hay un estrecho agujero y por el sale el humo del cigarrillo, el pequeño hueco por el que intentaba mirar me encandiló los ojos y la claridad del día entró mostrando su mayor esplendor.
Entrada la noche intente de nuevo observar y solo pude sentir el abrumador frió que entraba en aquella caja. Quizá la tierra conquistó la humedad de la noche de nuevo pensé, quise gritarlo pero mi voz se agudizó, ya no podía escucharme. Esa noche un insignificante escozor atoró mi garganta, me dio tos....
No sé cuanto tiempo después presté atención a la voz de un pequeño que intentaba deletrear algo que con inmensa curiosidad escuche, RA-MI-RO- GON-ZA-LEZ-...DES-CAN-SA- EN- PAZ-. Sentí un gran alivio, por fin lograría lo que tantos hemos querido descifrar, pero ahora que estoy muerto no veo ni el cielo, ni el infierno, solo siento la impenetrable y fastidiosa caja en la que mis pobretones familiares me enterraron....
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