Me elevo en una semicurva que desciende abrupta y que se impulsa impetuosa para caer herida hasta el fondo, elevándose e internándose en una nueva curva que se enlaza con un círculo en el cual me quedo girando, hasta que, de un salto, me encuentro en otra cima que baja, luego sube y baja de nuevo, para enlazarse con otro círculo en el que me eternizo cual roedor que gira y gira, sin sentido ni propósito. Un nuevo salto a las alturas, desde las cuales me despeño para enredarme en un pequeño círculo del cual, salgo arrastrando el lomo. Luego, una sucesión de giros y caídas libres que me van sumiendo en el dolor que finalmente es tragado por un último círculo, en el cual se queda girando, ya sin ganas ni fuerzas para escapar de allí.
Esa angustiosa sensación me embargó cuando recorría la caracoleada caligrafía tuya en la cual me decías: “Ya no te quiero”…