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3 de la madrugada, era una noche apacible y cálida de verano. En la calle sólo se escuchaba el sonido de algún automóvil vagabundo o una sirena lejana. El departamento era algo pequeño pero lo suficientemente grande para albergar a tan solo una persona. Ella dormía plácidamente, recostada en su cama de dos plazas rodeada de osos de peluche. Tenia un sueño tranquilo. El teléfono sonó repentinamente, timbró mas de lo acostumbrado; el sonido era audible en cada rincón del pequeño apartamento. Su sueño se vio interrumpido por el vehemente sonido de la llamada, se levantó regañando; seguía timbrando, tomó el auricular con sus pequeñas manos, soltó un ALO entre dormida y enojada, mas un vacío se sintió del otro lado de la línea. Después de unos cuantos segundos de espera ella volvió a preguntar interrumpiéndose por un bostezo, el vacío seguía, un suspiro se dejo oír del otro lado y cortaron. ¡MIERDA! PARA ESO ME DESPIERTAN. Se dirigió a la cocina, abrió el refrigerador casi como pidiéndole perdón, sacó de su interior una jarra con un líquido amarillento que se asemejaba al de un jugo de naranja, miró al teléfono con desprecio, rebuscó entre los platos que se escurrían, cogió un vaso y sirvió algo de jugo en él. Bebió un sorbo, nuevamente el timbre vibrante, volvió a beber, caminó hacia el aparato como si le pesara el andar, otro trago del jugo entró en su garganta, descolgó el auricular. ¿ALO?

- ¡Uhm! ¿Aló?, no cuelgues por favor, sé que es tarde y no debo llamar pero…
- ¿Qué deseas?… (Se dio cuenta del sonido de las palabras) Has estado tomando ¿o no?
- Si con Alberto y Juan, estoy donde siempre…
- ¿Para que me llamas? ¿Para despertarme y fregarme la paciencia?
- No, espera… no sé como empezar…, estuve hoy con Claudia y me dijo que había hablado contigo, ¿sabes? Me emocioné cuando me dijo eso y…
- ¿Y qué?
- Y nada, que ni siquiera preguntaste por mí.
- ¿Tengo qué?
- Por lo menos ¿no?
- Mira, sobre esto ya se ha hab…
- Ya sé que hemos hablado sobre esto pero… es algo que no puedo aguantar, ya no puedo esperar más (silencio) ¿Cómo estas?
- Bien, gracias por preguntar ¿y tu?
- Se podría decir que también, pero no. Hoy tuve un problema en la oficina y… bueno… parece que me voy.
- ¿Qué hiciste?
- Nada, fue la gente de Bruno, ellos la cagaron toda… y como también estaba mi firma allí, yo soy otro más perjudicado y… tú sabes.
- Bien por ti.
- Si tú lo dices, sarcástica como siempre.
- Yo si, ¿qué piensas hacer ahora?
- Buscar trabajo lo más rápido posible si no… me jodo. Además, mis viejos ya no están para mantenerme.
- Ya lo sé.
- Ahora si a lo que iba… ¿Puedo pasar por tu casa?
- Uhm... Si quieres, ¿cuando?
- ¡AHORA! Como te dije, ya no puedo esperar y tengo que hablar contigo.
- ¡NO! Es muy temprano… o muy tarde, no sé. Pero no vengas.
- ¡Por favor!
- ¡No! Te he dicho que no.
- Solo un rato y luego me voy.
- ¡NO! ¡NO! Y no molestes más.

Colgó el teléfono con rabia, se sentó en su sofá, se terminó el poco de líquido que quedaba en el vaso. IDIOTA. Dejó su vaso vacío en el lavadero, apagó la luz de su cocina y se dirigió a su habitación; durante el trayecto miro al teléfono como culpándolo. Se recostó sobre las sábanas mirando incrédulamente al techo que la cobijaba, no podía conciliar el sueño; se dio vuelta, mirando hacia la pared. ES UN IDIOTA. Cerró los ojos, trató de no pensar en la llamada, el sueño se empezaba a apoderar de ella nuevamente. El timbre la sacó de sus pensamientos, sus ojos se abrieron asustados, ahora era la puerta la que era golpeada con los nudillos, su sueño se desvaneció por completo, saltó de la cama asustada, el timbre volvió a sonar bruscamente, se levantó. Caminó hacia la puerta abrazando su ropa de dormir, miró por la ventana, cogió la llave de uno de los aparadores que se encontraban cerca de ella, sacó el cerrojo de la puerta y la abrió; una figura alta y delgada ingresó en la habitación, ella encendió una lámpara.

- ¿Qué haces aquí? Te dije que no vinieras.
- Ya sé, pero… tengo que hablar contigo.
- ¿Sobre qué? ¿Hablar?
- Por favor, esta espera se esta haciendo más larga de lo que esperaba. Ya no aguanto estar sin ti…
- Te dije, aun necesito tiempo para…
- ¿Para que? ¿Para pensar? Ya te di bastante, no me vas a tener esperando como estúpido hasta que se te dé la gana de llamar… y eso si es que te entran ganas.
- Mira, si te dije que necesitaba tiempo es porque de verdad lo siento así. No es que me haya cansado de ti ni de tus locuras, sino es que estoy confundida.
- ¿De qué?
- Muchas cosas. Lo nuestro fue tan rápido que… que ya no sé ni que pensar. Me da miedo.
- ¿Miedo de qué? ¿Acaso no te sientes segura de lo que siento por ti?
- No, no es eso, sino que…
- ¿QUÉ?
- Tengo miedo, eso es todo; miedo de salir lastimada, y es por eso que huyo, de ti, pero más que de ti huyo de mi misma y… de mis sentimientos…

Un largo silencio se apodero del ambiente en donde se encontraban. Ambos miraban al suelo como buscando en él una respuesta. Él balbuceó unas cuantas palabras como diciéndolas a sí mismo. El silencio volvió a reinar en ese pequeño espacio que conformaba la sala del departamento. El silencio se rompió cuando él preguntó:

- ¿Qué es lo que en realidad sientes por mí?
- ¿Qué quieres que te diga?
- Simplemente que digas lo que sientes… Yo no te estoy poniendo una pistola en la cabeza y obligándote a decirme “te quiero”, “te odio” o lo que sea.
- La verdad, no sé.
- (Silencio) Cuando escribiste esa nota, decías que tenias miedo, ¿miedo a qué?
- ¿Ah?
- También decías que sentías algo por mí, eso es lo que quiero que me digas, dime que es lo que en realidad sientes por mí.
- ¿Qué quieres que te diga?
- Lo que sientas, no me digas lo que quiero oír, tan solo lo que sientas.
- ¿De verdad quieres que te diga eso?
- ¡Sí!
- (Miró hacia la lámpara encendida) Bueno… tantas cosas.
- ¿Qué son? ¿Odio? ¿Amor? ¿Amistad? ¿QUÉ?
- Odio definitivamente que no es.
- ¿Entonces…?
- (Hizo una pausa) La verdad siento bastante cariño por ti, pero el problema no eres tú, soy yo. Tengo un montón de cosas en la cabeza y por el momento quiero estar sola. Si quisiera estar con alguien, no dudaría dos veces en volver contigo, pero ahora quiero ocuparme de mis cosas y… no quiero estar con nadie por el momento.
- ¿Qué clase de cosas?
- Mías.
- ¿Se puede saber que son?
- NO.
- Ya pues, ¿por qué no me dices?
- Porque son mis cosas; así como tu tienes tus cosas que no se las cuentas a nadie, igual yo. Son mis problemas y no quiero decírtelos.
- A veces no es bueno enfrentar los problemas tu solo.
- Bueno, yo siempre lo hago.
- Eso esta mal, debes aprovechar ahora que tienes a gente que te quiere a tu lado, porque llegará el día en el que quieras contar tus cosas y no va a haber nadie a tu lado para escuchar y eso es bien triste... Te lo digo porque yo lo he pasado.

Un largo silencio volvió a apoderarse de la habitación, en el reloj marcaban las cuatro treinta y seis de la madrugada, se podía escuchar alguno que otro pajarillo entonando su canción de la mañana. La lamparilla encendida le daba a la habitación un tono amarillento como los huesos expuestos al sol. Ambos respiraban lentamente, absortos en sus pensamientos. Ella miraba a todas partes como buscando algo en los rincones de la sala. Parecía temblar. Él la tomó de las manos. ¿QUÉ SUCEDE? Ella tan solo se limitó a separar sus manos de las de él, lo miró extrañada.

- ¿Algo te molesta?
- No pasa nada.
- Esa mirada me dice muchas cosas.
- Me siento extraña.
- ¿Te molesta que este aquí?
- No me molesta…, me incomoda un poco, el estar mirándote y que tú no me quites de encima la mirada.
- ¿Te dije que me encantan tus ojos?
- Sí… muchas veces.
- Una vez mas no te va a hacer daño.
- Creo que ya es hora de que te marches.
- ¿Por qué?
- Porque es muy tarde y debes descansar…, además has tomado.
- Siempre preocupándote por mí.
- Algunas veces…, será mejor que te vayas.
- Bueno… si tú lo dices. De todas maneras, si tienes algún problema o tan solo quieres conversar, sabes donde encontrarme…cuídate.

Ella esbozó una sonrisa, él se agachó y le dio un beso en la frente, la abrazó durante un momento; su boca se acercó a su oreja, sus labios se movieron diciendo una frase casi imperceptible. Le volvió a dar un beso, esta vez en la mejilla. Abrió la puerta, la cerró con delicadeza. Se detuvo en la escalera que daba al patio de ingreso a los departamentos, encendió un cigarrillo y se alejó caminando. Ella observaba con atención desde su ventana. Echó el cerrojo a la puerta, apagó la luz de la lamparilla y se dirigió a su habitación. Se recostó en su cama pero no podía conciliar el sueño. Sintió que su pecho iba a reventar, un par de lágrimas escaparon de sus ojos, los cerró fuertemente como no queriendo recordar. En su mente aun permanecía la imagen de él tocando a su puerta, retumbaba aquella frase que él le había dicho momentos atrás, no quería creerlo: En su cabeza seguía resonando un TE QUIERO.

Texto agregado el 04-12-2006, y leído por 113 visitantes. (2 votos)


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