Se debe siempre de pensar el mundo, gozar de la vida y rajarse en cuatro del corazón, escurrirse entonces, desparramarse, regar el campo, pintarlo rojo como pasión. Rojo es el ojo de el que se fuma un porro y la luna se vuelve una chiche cargando leche. El domingo es alargado, maleable como plastilina, la pluma de un pajarote va cayendo y suelta tinta, las líneas revueltas entorchan el humo, un humo verde de vida y yo me quedo seco con la vista caída.
Cuando se inicia un cuento, debes hacerlo como si fuera cierto que pensar pudieras con una gran destreza; de otro modo las palabras se tropiezan, escribir es conjurar, poder cortar el tiempo, rebanarlo desde adentro . El despertador camina y la circulación del humo me recompone el cuerpo.

Era una historia que escuche una vez de cómo el mundo comenzó de nuevo, una vez que termino, la avaricia, el hambre de poder y la sed de saber lo que a veces no necesitamos. El ultimo rincón, la ultima trinchera, la ratonera grande, la casa que todo el tiempo estaba ardiendo, el diablo venia de mañana a desayunar, la suerte traía amarrada en su disfraz y las guitarras nunca paraban de sonar; el enano verde con canas, un guitarrero ancestral, el moreno callado de bigote ancho, de seño fruncido, la virtud y el vicio dibujando círculos encontrados. Pareciera mentira lo que ahora cuento pero era esta la casa en donde el sueño mas humano se había asentado en el tejado junto de un gato colorado que de noche maullaba desconsolado.
Y así entonces los santos venían les daban consuelo y luego se iban, unos lloraban de miedo y otros los llevaba la brisa. No recuerdo muy bien el momento, pero estoy seguro de que si fue en el centro del terreno aquel despotricado que un árbol de grutas comenzó crecer sin freno.
Gritaba un vato – los vi besándose los labios – y ni modo de decir que era borracho, por que lo que a los ojos salta esta demás querer nombrarlo. no te vayas vida mia no me esperes esta vez, estoy seguro que si salgo puede empezar a llover.