Cuento jetta
¡Te llevo!, sííí, a donde quieras. –Masculló limpiándose la baba con la orilla de la cobija- sííí, onde quieras, ya tengo coche. –Pero no tenía coche, había soñado aquella noche que tenía uno, en la tarde le contaba su sueño a una desconocida, viajando en una combi, rumbo al videocine, -En la próxima por favor- dijo alguien. Y era un sueño figúrese –decía él, y ¡ahh! decía la desconocida arqueando educadamente las cejas, comprensiva; experimentó entonces una profunda desilusión, vívida como el sueño, -¡bajan! permítame señor- dijo un señor. Experimentó una incredulidad estilo: Luisito, este es tu papá, ¡abrázalo!. Esa es tu realidad, ni modo, pero iba manejando un jetta negro con una muchacha guapa al lado, como en un comercial. El sueño le alcanzó para ir por calles y calles que eran como lenguas y lenguas anudadas unas con otras, húmedas, resbalosas, andables a buen ritmo en aquel jetta que marcaba apenas medio kilómetro, muy poquito kilometraje, lo normal en un coche nuevo. Andar en el extremo de tener cosas y no tenerlas le quita el sueño a cualquiera, pero a Luis al contrario, el sueño le daba, despertar le quitaba un coche, ¡chin, debió asegurar su auto! ahorita era un carro pero podían robarle cualquier cosa, cualquier cosa que deseara ampliamente, a nuestros deseos les gusta acariciarnos de noche la cabeza cansada de decir y de pensar, cuando no nos acarician mientras dormimos los sueños hacen un extracto de frustración, lo muelen bien y se lo ponen en la yema del dedo índice, lo deslizan muy cerquita del ojo y nos pintan un arcoiris ahí donde la gente nos ve ojeras.
El deseo anda lleno de espiritualidad lo mismo si es el amor verdadero que si es un jetta. La desconocida habló finalmente: A veces los sueños tienen un significado, nos ayudan para saber qué nos va a pasar –dijo, y comenzó a pensar en la vez que soñó que se le aparecía el diablo y la quería violar, pero al final lo venció, despertando, acalorada bajo una luz roja, enroscada en las sábanas del verano, con el honor intacto y mojado, le contó todo a una amiga de su madre que le explicó el sueño: se le venía un problema grande pero al final serían campanas de boda, como las que en ese momento estaban sonando en la iglesia por donde iba pasando- creo que soñar un coche significa transición, te va a venir un problema grande, pero al final todo saldrá bien –terminó de decirle la desconocida, incitándolo al optimismo. Lo peor es que ni pude manejarlo más, porque en ese momento no tenía a donde ir, era muy tarde como para ir a trabajar, qué mala pata, debí manejarlo más, por todo el periférico, con una sola mano, el viento en la cara, sudor del medio día, sonando el claxon piiip piiip, ¡ahhh! bailando sobre un pie, ajustando el retrovisor, diciendo: no gracias a los limpiaparabrisas, está nuevo, no gracias.
Qué mala pata no manejarlo más, ¡a caminar mala pata!. Vio la película del videocine sin mucho interés, trataba de la inquebrantable voluntad de un hombre sufriendo los horrores de la guerra que pierde su casa, pierde su dinero, pierde a su familia, pierde a su único espectador que sale del videocine todavía triste por el coche que no tiene, que ni siquiera le han quitado, que nomás era un sueño, ¡pobre hombre! el de la película, lo perdió todo, pero en algún momento tuvo todo; en algún momento los “algún momento” ¿serán una manera de estar dormido o cómo serán en realidad, en realidad será que son, o son, gracias a que serán? porque también es cierto que un “algún momento” casi nunca llega, es una abstracción, la posibilidad latente pero todavía dormida, como uno que cuando duerme en “algún momento”, duerme y se atasca de símbolos y alguien quiere venir a ponerle explicaciones y orden a ese atascamiento, símbolos aquí símbolos allá, y cuando uno se despierta empieza a soñar que las cosas aquí siguen, que nos esperaron como un perro, como una mascotita bonita esponjosita pachoncita, como una buena amiga, una buena amiga no te quita un jetta así de fácil, si lo hiciera no es una amiga en quien se pueda confiar, la realidad no es amiga suya, concluye, mientras atraviesa una avenida, ¿de quién será amiga la realidad?, de los que sueñan quizá, de los que sueñan y no duermen, o ¿será de los que sí duermen? hay que dormir, hay que dormir, hay que dor!rrrrrrrhhhh! –no tuvo tiempo de acabar ese pensamiento, la luz estaba en verde, lo arroyó un auto, un jetta negro para ser más precisos, con matricula 4S76O8ÑA34R si quisiéramos ser todavía más precisos, le faltaron pasos, le sobró calle, ¡eso le pasaba por peatón! ¡quién le manda! pensó el neumático delantero del carro sin despegarse del piso.
Despertar, eso debió no haber hecho desde el principio, pero no aprendía, ahí estaba haciéndolo de nuevo, ahora en un hospital, otra vez soñando que tenía un jetta negro, pero la camilla ni tenía llantitas. Si tuviera un auto, por muy cuidadoso que manejara, atropellaría a alguien tarde o temprano, si en mi sueño hubiese atropellado a alguien ese alguien también estaría despertando ahora, pensó, se durmió mejor, el muy imbécil quería ir a buscar a su chofer interior, bueno y qué, hay quienes buscan chacras, o santidad, o cánceres metafisicoides con estertores literarios en el interior, sillas presidenciales, o premios nobeles, o hasta la paz mundial y Luis no les dice nada.
Ahora en una procuraduría de justicia, le dicen que atropelló a un muchacho, que conducía en estado de ebriedad a las ¡tres de la tarde!, le dicen que tiene un jetta. ¡Qué Felicidad ! ¡hurra! ¡bravo! ¡todos los vítores para economizar tiempo, energías, papel y tinta! Entonces finalmente te das cuenta, y otra vez vas pa adentro dice el licenciado, ahí te quedas, declarado culpable cuando un deseo se te cumple, quedas arrinconado, auto-saboteado, tú querías correr el mundo, sentir el aire, ver caminar sobre ti el cielo, sobre tu jetta, decirle al muchachito cochambroso “no gracias, es nuevo” y andar por aquí o andar por allá o si no ambos: por aquí y por allá, una conjunción no nos iba a limitar el viaje ¿o sí?, pero que vas pa´dentro dice el licenciado, dices tú, en cámara lenta; como que escapabas de la cloaca de tu realidad a través de una manguera, ya habías visto la luz al final del túnel, como que eras un bichito chiquito que apenas ve la otra orilla, como que a pasos pequeñitos te ibas acercando al final del túnel, y te jalan una pata los guardias, y como que hay que ver entonces cómo se ve la manguera de bajada sin quitar la vista de la orilla de luz que se aleja, se va, se va ¿no eres tú el que se va, con las patitas rasguñando la manguera?, en cámara lenta, y como que a la cárcel, al fondo de la manguera, a la realidad, ni modo .
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1) Felicidad se escribe con mayúscula cuando es mayúscula (la felicidad), depende de lo que sueñe cada quien.
2)Y como que ya son muchos “ques”, pero también son muchas “y”, ¡y también muchas letras!, qué incomodo.
3¡Vaya! Le he hecho bajar la vista, cuatro veces, ¿o me va a decir querido lector que son puros inventos míos? fueron cuatro, yo lo vi. Tenemos suerte sin embargo, en esta orilla de la hoja empieza un sueño nuevo, o de vuelta despertar, sentir como la ficción se nos va de las manos o al revés: manos las de va nos se ficción la.
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