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Siempre me levanto como a las 7 con la esperanza que mi amo me lleve al parque a dar una vuelta. Son las 9 y parece que ya se le olvidó que hay cosas que yo no puedo resolver aquí en el departamento. Al menos eso fue lo que él siempre me enseñó desde cachorro. Seguramente aún duerme, ya que anoche estuvo escribiendo hasta tarde. Me imagino que era algo serio e importante. Sería cuestión de ponerme a ladrar o hacerle un pequeño escandalito para llamar su atención. Pero eso sería mal visto. Se supone que soy un perro de raza, educado, diferente, y no como esos quiltros hambrientos y flacos que aparecen en los noticieros escapando a los desastres e inundaciones. Mejor espero otro rato. Supongo que él también alguna vez habrá pasado por la urgente necesidad de vaciar todo lo que hay dentro de la vejiga.
¡Putas!. Ya son las 10. Deseo ir al baño. Así de simple. No me explico porqué me hace esto. O acaso repentinamente, ya se le olvidaron todas esas jornadas gloriosas compartidas. Como aquella, cuando gracias a mí conoció a esa hermosa negra, de aspecto zulú, de algún país exótico que se aproximó a hacerme cariño y que durante algún tiempo lo tuvo por las cuerdas. Y por mí también, aún se mantiene en forma, ya que me acompaña a trotar todas las mañanas, de lo contrario su guata sería de este tamaño. Claro que cuando corre conmigo queda exhausto, pero yo lo entiendo, él no es perfecto como yo, tiene solamente dos patas. Por mí se hizo famoso en la tele cuando fuimos al programa del Pollo Fuentes “Perros que se parecen al amo” y ganamos comida para perros durante un año. Después al perla todo el mundo lo reconocía en la calle. Pero pensándolo bien ¿Quién soy yo para poner horarios para ir o no ir al baño? Soy sólo un perro y él es mi amo. Después de todo él me ha dado todo lo que tengo. No me puedo quejar. Las infaltables visitas periódicas al veterinario. El empeño que pone en el supermercado en comprarme los mejores productos para mascotas, aunque en honor a la verdad, yo preferiría un rico y sabroso hueso. Aún se conserva en el asiento de atrás del auto esa mancha sanguinolenta cuando ese maldito Pittsburg, se me abalanzó a la maleta, arrancándome de un tirón la mitad de la mandíbula. Y para qué hablar de la cuentecita en la clínica por los días que tuve que pasar allí.
Ya son las 12. Mi vejiga comienza a dolerme intensamente. Pero sé que mi amo se levantará en cualquier momento y todo volverá a ser como siempre. Me siento mareado. Se me viene a la memoria cuando una tarde paseando por el Cerro Caracol, mi amo me sacó el collar para que yo corriera libremente y un tipo se me acercó. Pensé que me iba a ser cariño, rendido a mis encantos, como lo hace todo el mundo, pero de repente sin mediar motivo alguno, me aforró un feroz bastonazo en plenas costillas a lo que yo respondí con un furibundo mordisco en su pierna izquierda. Mis colmillos crujieron y saltaron lejos. Yo no sabía que su pierna era ortopédica, de hierro.
3 de la tarde. Yo no sé porque me hace esto. El siempre le decía a sus amigos que desde que yo entré a su casa se había terminado el aburrimiento. Bastaba que me trenzara en un frenético combate con las moscas que rondaban mi plato para que él cambiara su carácter celebrando todas mis piruetas. También le encantaba cuando yo salía disparado hacia la calle persiguiendo al camión de la basura y jugar con los recolectores.
Esta bolsa con líquido que me pesa parece que va a reventar en cualquier momento.
Cuando era cachorro algunos siúticos me llamaban peluche. A veces cuando me aburro en las noches en el patio me pongo a ladrar como condenado para entrar a su pieza, casi siempre salgo con la mía..
Para Año Nuevo mi amo me pone unos algodones en las orejas para que no me molesten esos odiosos ruidos que hacen los humanos con sus famosos fuegos de artificio.
Nunca tuve novia porque no habían de mi raza. Sólo me conformo con mirar a una Labradora que vive cerca de mi casa.
Un día vi como uno de mi raza termino arrollado y destrozado debajo de unas ruedas. Anduve varios día deprimido.
6 de la tarde. Me está embargando una profunda tristeza y lloro. El dolor es cada vez peor. Algún día sin consultarme, van a decidir cruzarme con una perrita que ni siquiera conozco, solamente porque será una Airedale Terrier, como yo.
Cuando las muchachas se acercaban a hacerme cariño, preguntar mi raza, mi nombre y cosas así, él siempre se jactaba que yo tenía un extraordinario olfato, y la capacidad de detectar con media hora de anticipación la aparición de una crisis de epilepsia en las personas. Que había sido entrenado para eso en una clínica en Sydney, Australia. Seguramente lo hacía para que las mujeres pensaran que si yo poseía esas destrezas, las de él serían duplicadas. Y agregaba que a esas alturas del partido yo me había ganado con justicia el derecho a ser designado oficialmente su relacionador público, ya que sin mí, él transitaría por la vida en el más profundo anonimato. Entonces, con mayor razón, no logro entender su extraña actitud.




11 de la noche. Debo orinar. Ya no aguanto más. Me arrastro como puedo hasta su cama. Él sabe que yo soy un buen sabueso y que siempre correspondo sus requiebros. Apoyo mi cabezota en medio de su pecho olfateándolo y buscando ávidamente la ladera de su cuello para lamerlo. ¡Pero nada. Mi amo no responde. No se mueve.
Mejor me recuesto un poco a los pies de su cama. Silencio. Ya no siento nada. Se me pasó el dolor. Floto dentro de un líquido tibio y agradable. Ahora puedo ir al baño. Salto y corro por el parque. Juego con los niños. Esto se parece al paraíso
Quizás lo único que me duele.... es no poder ver a mi amo todavía.