Me miras y preguntas de dónde procede tanta belleza. Pero cómo explicarte algo que no podrás entender nunca.
Qhe soy hija de la nada y el vacío, prometida del crepúsculo y amante de la muerte.
Que mi imagen, lo que tú denominas belleza, es sólo el reflejo del sufrimiento y la tristeza eterna que hay dentro de mi.
Mis cabellos son negros por mi adoración a la oscuridad y la rabia a la luz del día me procura una piel de porcelana.
Todo esto es lo que he ganado por traspasar la línea y quedarme al otro lado, acompañada tan sólo por mi soledad.
Unos ojos tan negros como mi corazón helado, y una boca roja, lo único con cierto candor en mí, que no es más que un instrumento para que otros me sigan y también pasen esa línea, y cierren con un beso agridulce uno de los mejores, o tal vez los peores, tratos. Según se mire, lo malo es que sólo te darás cuenta una vez lo hayas sellado.
Quien algo quiere, algo le cuesta, y eso es lo que yo hice.
Quise ser eternamente bella, pero no algo vulgar, no. Quería ser bella hasta el punto de rozar la irrealidad, quería mirarme al espejo y saber que nadie sería más bello que yo, y digo bello porque no se trataba de ser la fémina más linda, sino el ser más hermoso.
Eso deseé y se cumplió, pero no sin tener que pagar un precio. Soy hermosa, pero la tristeza me ahoga y el sufrmiento me tortura a todas horas.
Perdí la capacidad de amar a nadie que no fuese la oscuridad, y es que, cuando mis venas se abrieron para dejar mi sangre fluir, toda la pasión que un día tuve, resbaló por ellas hasta llenar mi bañera.
Ahora, en mi ataúd de cristal, me siento como aquella princesa tan blanca como la nieve. Y desde mi sueño eterno entro en los tuyos para mostrarte lo atractivo de mi mundo y los deseos que pueden volverse realidad.
¿Vienes conmigo o prefieres despertar? |