Los cuerpos

Me gustaba Salir a la calle cuando me sentía estropeado, no se si estaba enfermo, pero me sentía mal. Afuera era aún mas adentro, la gente tenia medio, de mi o de cualquiera. Podía creerme un asesino fácilmente y sacar mi ultra cuchillo atraviesa huesos y mentes. Podía asegurar que yo era el protagonista de la mierda humana, y cortarme un ojo sin que a nadie le importara. Después de terminar con las victimas y sus plegarias de mantas de convento y darme algunos cuantos golpes de alegrías sabiendo que aún podría asesinar a alguien con sarna o tal vez dos. Me fui llenando cremosamente de paleolíticas figuras que roncaban hacia una sola oreja, la otra estaba a medio terminar reaccionando a los insultos místicos del ser que había creado, un señor muerte que agonizaba y convertía en tripa los gatos de las veredas con un solo salir corriendo.
Siempre creí que estaba en el centro, no por el protagonismo que se enriquece a cada instante, si no por que comencé a desorientarme y deje de relacionar calles con ciudad y muerte con asesinos, pero sabia que en el centro había un lugar donde deja de percibirse a la gente, donde dejamos de ser personajes para convertirnos en personas que caminan hacia sus casas o hacia la muerte que entregaría mi cuchillo en otras circunstancias. Fue entonces que desgarre las enseñanzas que me había dado la muerte y comprendí que no podía hurguetear a la gente y a sus aparatos dorsales que les entregan movimiento o les hacen creer que todo esta bien y mal. Solo era dueño de los míos, pero estos míos
no les interesarían a nadie en especial. Camine desde muy adentro hasta mi casa, al llegar por fin, mi cuerpo retomo valor.