Cuando tuve siete
años aprendí a caer

y a guardar el dolor; sanar del suelo, algodón en las rodillas.

– Sana, sana potito de rana, si no sana hoy sanara mañana-

Y así se fueron acumulando en los cajones de la pieza mis rodillas enjauladas.

A los once se me olvido llorar.
Y fui guardando entre las flores
las explosiones contenidas.

Un dia me hablo el jardín,
un dia tembló la tierra y un árbol golpeo mi cabeza.

Entonces tuve que comprender el abordaje de los árboles.

No decidí nada, era decidido a explorar antiguas cataratas invisibles, que creaban las hormigas, hasta que olvide como ocupar la visión subterránea.

Y enloquecí,

enloquecí tanto que me dieron ganas de comprarme un auto,
y una lavadora
y respetar los semáforos.

Termine en una pieza, enchufado a la tv, acariciando las antenas.