He sabido vivir con un tremendo boquerón en mi mente
que permanece así por mucho tiempo desde que saqué a ese dios
que me colocaron, sin siquiera preguntarme, un dios autoritario,
que, cual carcelero, vigilaría cada uno de mis actos con ceño adusto.
No niego que es difícil vivir sin una deidad en la cabeza, aún así,
ese agujero lo he taponado con respuestas diversas, con colgajos de fe,
una fe que nace de las probabilidades, de la suerte y del infortunio.
He errado, he sido culpable, hasta me propuse engañar a la gente,
pero tras cada acto de desatino, no recurrí a ese ser que rellena
una enorme porción de la mente con sus historias fabulosas,
y todo eso, porque no creo que exista alguien así,
creo en los hombres, pese a todo, creo en los míos y creo,
sí creo, en la gente que transita por las calles, temerosa,
mi fe no se guarda en esos bancos de misericordia con campanarios incluidos,
creo en los hombres, pero no creo en los representantes, ellos son instrumentos
de manipulación, el dios que conocemos, fue creado por los oligarcas, por los tiranos,
para hacer más soportable la existencia terrenal de sus sojuzgados.
Dios está en la boca de los pecadores y en la de quienes son demasiado cobardes
para resolver las cosas por sí mismos, si alguien les quitara a ese dios de sus cabezas,
serían avecillas torpes y temerosas, pugnando por ocupar de cualquier modo,
ese santuario absurdo que han erigido en sus miserables seseras,
ese agujero inmenso en donde caben todas las sensiblerías e incertezas,
¿Es la vida tan compleja que se necesita de un dios para explicarla?
Por esa deidad, los hombres industrializan la guerra, levantan templos, lugares de oración,
en el costado opuesto en donde construyen sus casinos, prostíbulos y mercados,
la palabra que dicen que es sagrada, se vende en ediciones de lujo, comercian con su fe,
han parcelado a ese dios en cientos de trozos, todos pregonando su propia verdad,
no se ponen de acuerdo en nada, cada uno tiene diferente discurso para sus creencias.
Dios es un aleatorio mosaico de inexactitudes, construidas por seres inexactos.
Seré ateo hasta que el agujero aquel que tapono con preguntas, se remiende sólo
y un día cualquiera sienta que mis interrogantes han sido comprendidas de punta a cabo,
seré ateo hasta que el dios que ahora niego, sea alguna vez, soberano en este boquerón de mi testa…
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