Esta noche, consecutivamente, como en las ultimas cuatro me he sentado a leer su carta. Y me pregunto si aun conserva el aroma acalorado del beso de carácter instintivo que despertó el animalesco movimiento descontrolado de mis labios. Perdimos el control al descubrir la libertad de un encuentro oculto, contradictorio, escondido como un loco en el asilo de la enfermedad pasional de ser amigo, hermano y amante; me desnude ante el panorama revolucionario de su sensatez al anunciar la metamorfosis que me proponía. Mientras yo vivía el filme clandestino de un psiquiátrico romance, usted montaba en escena la tragedia, el dramático engaño, el perjurio ingenuo de la culpa; donde yo hacia de héroe y verdugo a la vez. Así que solo era cuestión de tiempo, como una bomba, una conspiración o la concurrente traición suscitada; usted, afectada por el yerro, trato de hacer lo correcto.

Pero entonces ¿Qué seria lo correcto? Los secretos son secretos, de no serlo la verdad cumple el destino totalitario de su efecto; el juicio racional, y por consiguiente una condena moral. De esta manera no se me permite disculparla, mucho menos perdonarle la intrínseca distinción de ser humana; en cuanto al dolor, me alimento de ello, como todos, en el fondo somos pasionalmente masoquistas cuando de amar se trata. Tal vez en sus planes nunca estuvo amar más que la idea de experimentar un deseo desconocido e hipotético, de ahí que deteste la ciencia y la ansiedad que conlleva el método de buscar el error que ha de corregirse. Desconozco los fines con que ahora me escribe y quisiera desconocer también los de esta respuesta, pero si tiene el valor de asumir que entre nosotros el secreto es inalterable, dispongo de mí el esfuerzo de verle de frente y decir lo que en sus sueños le es indescifrable.

En mí por lo tanto yace arraigado el recuerdo suyo, denso y prematuramente combustible cada vez que le veo, sí; disfruto mientras le observo desprevenida. De repente me ataca la angustia de un pasado entrañable, "no se si sentir lo mismo o tal vez es el tiempo que se ha vuelto mas violento entre los dos1", como sucede en las canciones.

“Cuando buscaba tu boca el viento se llevaba mis besos, se estrellaban contra una roca de oxidiana pura, dejándome el alma rota llenándome de amargura. Cuando buscaba tus manos quedaba solo en la pista, me apartabas de tu lado, el baile era con otro, como si fuera un extraño, ahora no te conozco… No me llames cariño, no necesito caridad, ya no somos unos críos, ya esta todo dicho, que cada uno siga su camino… cada uno en su lugar2.”

Quisiera alejarme un tanto menos viceral, como un extraño perdido en la lucidez del tiempo enterrado, sin desvarío alguno romper la fuente de los deseos enajenados que desbocan en la cofradía de los inquietos. Los amigos. Atizando el fuego de su juego, en memoria de las palabras al disipo perenne; quizá lo recuerde como un episodio editado, de vagos pasajes re-escribibles para la posteridad de los suyos, mas no de los míos que están indelebles. Un poco enredado y delirante, quise salvarla de un día común durante la tormenta; claro; en el camino perdí el paraguas que nunca abría y no lo tome en cuenta. Para cuando llegamos fue absurdo bailar en réquiem, el cuento terminaba inundado de abatimiento, con los pies cansados la solté para elevarla en un grito desesperado y no pude verle a los ojos, entonces comencé a sentir que despertaba.

Así quedo todo, entre sueño y pesadilla, hoy prefiero caminar despierto e ir al cine mas a menudo; allí me doy cuenta que estas cosas le suceden a todo el mundo.

P.D.
He comprado un paraguas nuevo y sin embargo tampoco abre.

1. MIRANDA, Tiempo, Es mentira.
2. ENRIQUE BUMBURY, No me llames cariño, Viaje a ninguna parte.