En el pico de un pájaro
I
En el pico de un pájaro,
como la suave brisa estival,
la prístina florescencia del aire,
viajo sin guía ni séquito.
Todos los que me conocieran
no son sino los que me conocerán,
como el camaleón, el ave y la lira,
ausente en tu alma como aquello que soy,
presente en tu cuerpo como lo que no.
Arriba y abajo, adentro y a través,
en todo y en todos estoy,
¿Obnubilado está tu corazón?
¿Ignorante de mi condición?
Acaso evanescente de mi propio Cielo
fluyo en vapor a lo largo del desierto,
perdido sin guía,
abandonado por mi séquito.
II
Caí lejos de la rama donde el ave se posó
expectante de su muerte,
teñida de rojo pasión.
Era la parca misma,
el Mefistófeles convertido en tus manos,
recogiendo las semillas de mi ser,
sin detenerse, fugaz,
engulléndome hasta el corazón destrozado.
¿Dónde yace mi espíritu ahora?
Vaga sin cesar, sin descanso, los laberintos que construiste.
La despilfarrada elegancia de tus pies,
la ostentosa calidad de tu espalda,
el innecesario relucir de tu bolso,
la maldita soledad de tu estómago.
El inaudible grito de auxilio
para sordos de voluntad,
la ennegrecida conciencia de tu grisácea testa
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