No espero que en la noche,
la imagen de mi incierto lenguaje
se sumerja entre tu piel cansada
y la noble cadera que en silencio te abraza.
No espero de tu noche,
un murmullo arrullándome,
y envuelvo pensamientos
que arranco de mis ojos,
junto con las cenizas
que escupe mi garganta.
No,
No
No
No espero.
No entretejo ilusiones
en mis cansados huesos
hambrientos de tu carne,
desordenadamente,
enseño al paladar
el camino de mi lengua
desorientada.
Sin embargo,
en ciertas madrugadas,
un aliento algo frio
se sostiene en mi espalda,
se acomoda a la izquierda
de mi silueta enajenada,
me arranca el corazón
de raíz,
y un puñado de cielo
cae sobre mi almohada,
hasta que lentamente,
saboreando tu carne,
mi mano cae al suelo
fría,
sucia,
sin alma...
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