Es empezar a rozar con los pies,
los titilantes colores del sol,
movedizos y acuosos como tú,
los mismos que me dan una desconfianza enorme,
que desencaja a cada momento
lo firme que pueden verse esas aguas de tul.
Y quisiera zambullirme como luz!
Y colarme por cada átomo de tu atmósfera,
sin el más mínimo temor a los puñales de tu boca,
esa misma que me adormece y me hace sentir de algodón.
Que me hace sacar de los ojos, ese mundo en llamas
que consume los granitos de arena que quedan en mi reloj.
Y te quiero, y ya no me da la gana negarlo,
porque tus manos son de miel
y endulzan hasta lo mas amargo de mis horas.
Y te extraño! Y no quiero sentirme así,
no quiero sentir el temor a morir, ni a que en algún otoño,
de esos quejumbrosos, no encuentre en tus ojos, el brillo de hoy.
No quiero temer a que se desvanezca de tu boca
el amor que te envuelve la piel.
Lo único que por suerte,
quita la cuota inseparable de cursilería
que se incrusta en los instantes como estos,
es que aun me es imposible sacar eso fundido a mi espalda.
Ese terror a dejarte con una de mis tan usuales heridas y que llegue el día
en que el miedo al vacío ponga los pies en la meza de nuestros c-o-r-a-z-o-n-e-z…
Ese miedo, sigue alegre y feliz de estar acostumbrándose a mis hombros.
|