Caminaba por las calles de Barcelona, embriagado por el alcohol y anestesiado por la fuerza de las drogas. Sus pasos eran un vaivén de energía que lo lanzaban de derecha a izquierda. Sus manos torpes se apoyaban en las paredes y en los coches que se interponían en su camino. Su cuerpo, sudoroso del vapor de los recuerdos que vagamente iban llegando a su cabeza, su ropa sucia, que había pertenecido a su cuerpo los últimos tres días y la víctima eran los únicos testigos de la fuerza de los celos.
A cada paso incoherente que daba aquel cuerpo perdido en los laberintos de una pasión desenfadada, sentía la necesidad de ahogar muy profundamente las últimas horas vividas en litros y litros de alcohol. La visión doble que le brindaba su curda le hizo ver entre destellos de colores un lugar lejano para su cuerpo y cercano para su estado de borrachera. Consiguió enderezarse, se metió los faldones de la camisa entre los pantalones, como pudo encendió un cigarrillo y tan normal como se lo permitía su estado se dirigió hacia aquel lugar. Muy tranquilo entró en "La Historia del Jazz - Bar" y sin tambalearse demasiado consiguió sentarse en un taburete y pedir un vaso de whisky doble. La camera se lo sirvió y miró a aquel hombre sin evitar sentir cierta repugnancia hacia él, por el olor que desprendía su aliento a alcohol y por aquella emanación que no supo averiguar hasta horas más tarde, tras el interrogatorio solicitado por la policía.
Aquel lugar era un pequeño establecimiento donde amantes del jazz podían deleitarse con su música preferida. Era un local tranquilo y con clientela habitual. La decoración recordaba a los pubs de los años cincuenta. Bolas de infinitos cristales se movían al son de las notas musicales reflejando destellos de luz que se movían como pequeñas libélulas festejando por todo el salón. Las paredes pintadas de alegres colores estaban decoradas con retratos de los grandes del jazz, como los trompetistas Bunk Johnson y Freddie Keppard, el saxofonista soprano Sidney Bechet, el percusionista Warren "Baby" Dodds, y el pianista y compositor Jelly Roll Morton. Sin faltar el músico más influyente del estilo de Nueva Orleans y segundo trompeta de King Oliver, Louis Armstrong, Charlie Parker, así como tantos otros maestros del género.
Aquella noche actuaban en el local la solista Patricia Rey, junto con el pianista Angel Xugat y el saxofonista Harry Young. Este trío se había unido hacia ya un par de años. Se conocieron por casualidad en Gerona, en otro pequeño establecimiento dedicado a la música jazz. Desde entonces los tres viajaban por toda la península Ibérica deleitando a sus espectadores con el talento que llevaban dentro. Patricia Rey era una escultural mujer blanca con una portentosa voz de negra, flexible y estilizada. Su rasgo más sugestivo eran sus redondos ojos azules adornados con espesas pestañas negras y las curvas de su cuerpo. El día que conoció a Harry supo que era el hombre de su vida. Tocaba el saxofón con una delicadeza y una libertad rítmica de apariencia extraña, que atrajo a Patricia tanto como su carácter seductor. Ambos se embarcaron en una vida de amor y música que encajaba perfectamente en el puzzle de sus vidas.
Aquella noche Patricia salió al escenario arropada por un sensual vestido negro largo que apenas dejaba asomar unas sandalias de color plata. El cabello recogido en la nuca y la tenue luz que la iluminaba ofrecían la imagen de una deidad. Con el erotismo que la personalizaba dio solo tres pasos hasta llegar a su lugar en la representación. Tras ella aparecieron Harry y Angel con sus smokings característicos y ocupando cada cual su lugar en el escenario, oyendo como su público les aplaudía, y entre las ovaciones y el palmoteo también oyeron la voz aguda de Antonio.
El piano comenzó a sonar con un expresionismo sensual y ritmo trepidante. Se le unió el saxofón caracterizado por su elegancia y la voz de Patricia Rey que pronto se extendió por todo el local con esta canción:
"Te amé hasta el final sin saber tu amor enfermizo,
Te amé para siempre sin saber que tu serias el final,
Esta noche tu amor, destrozó mi corazón
con la herida abierta y creando un caudal de más incertidumbre.
Los celos te vendaron el cariño que aquel día me diste
y acabaron con mi vida, que se desplomó al suelo,
heriste mi corazón más con tus palabras
que con el filo de aquel puñal.
Te amé hasta el final sin saber tu amor enfermizo,
Te amé para siempre sin saber que tu serias el final,
mi muerte y tus celos ya no sonarán.
Te amé hasta el final sin saber tu amor enfermizo,
Te amé para siempre sin saber que tu serias el final,
y ahora mi sangre por ti evaporará."
El jazz condujo de nuevo a Antonio a las prisiones de los recuerdos horas antes, convirtiéndose de nuevo en esa bestia que salvajemente apuñaló a Sandra inducido por la fuerza de los celos. La voz de Patricia Rey se transformó en la de su mujer y le recriminó el dolor que le causó con sus obsesivos celos y con la tortura de la muerte.
Enloquecido y sin saber discernir el pasado del presente comenzó a divagar en voz alta y a descubrir el crimen que había cometido horas antes.
- ¡Te maté porque eras mía!. Ahora ya no podrás irte con otros, ahora serás mía para siempre y por siempre. Lo he hecho porque te quiero, porque no soporto verte con nadie más. No soporto que vayas a trabajar y veas a otros. Tu eres mía, sólo mía, por eso te maté, porque eres mía……. - Entre sollozos acabó de articular aquellas palabras que aterraron al local entero. Patricia Rey calló, al igual que sus compañeros de orquesta. El público del bar lo miró en silencio. Ana, la camarera llamó inmediatamente a la policía y les contó los sucedido.
Minutos más tarde, detenían como presunto asesino a Antonio L. G. acusándolo del asesinato de su esposa Sandra F. D., encontrada muerta en su domicilio tras haberle sido atestadas más de doce puñaladas de las cuales tres fueron mortales.
Fue el jazz quien más allá de cualquier razonamiento buscó una manera para descubrir aquel cruel crimen y crear en el asesino un arrepentimiento eterno.
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