Es la hora de la que nadie sabe
aquella en la que hasta los sueños duermen
y el hálito del sino emancipado
convoca multitudes bajo los paraísos
las bandadas de pájaros acicalan sus plumas
y entonan melodías que hacen ecos en las torcas
mientras el viento, como siempre,
desnuda àrboles y abre cielos
quien sabe a qué extraño conjuro llama
con un grito intestino y ardiente
la sangre del vino no baila en mi copa
en el poso del vaso, encuentro mis desdichas
ojos estrellados, en tu firmamento.
es asi como te fugas con mis pensamientos
nunca apuraré la taza del néctar amargo...
el terrenal olvido se anida en mi mente
el celestial recuerdo aún lo guardan mis labios...
y ese violín de cuerdas retorcidas
desmiente toda posibilidad para la magia
para la oscuridad que siempre arde en mi memoria
pegajosa miel de soledad
llena de abejas muertas
colmenas del tiempo y de los siglos
¿Lo escuchas? Es la agonía del ayer
es hora de que la rosa nazca
de mi columna rota y maltrecha
rosa marchita entre ladrillos que bajan los brazos
y recorren mi cuerpo vueltos garfios de la hiedra
hace años que tengo frío de tu abrazo
hace siglos que siento ausencia de mil cuerpos
maldito tronco de problemas enrraizado en mi cabeza
y siento que la noche nunca despierta.
la noche cubre mi mirada
y un eterno frio borra mi memoria
caliente es siempre la compañía de mi soledad
aunque la olla congela mis pies fríos
maldita la hora en la que fuiste el ocre de una foto
las desdichas se cuelgan en un largo pasillo
se arrastran como telarañas vencidas
El invierno me encierra en sus muros
y el crepitar de antiguos leños me convoca
mi corazón no pudo sentarse.
me ahogo con prisa, en tu calma relativa
en tus fugaces miradas que mis pupilas atrapan
¿que seré? ¿cenizas, tierra o viento que se bebe mis cuencas vacías?
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