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La tarde sucumbía
ante la nostalgia de la luz.
Entre las montañas un eco mordía
las sombras de mi corazón.
Maldecido tu nombre se oía
a lo largo de aquella habitación.
Mi amor en lo alto moría
como Cristo clavado en su cruz.
Conectados a un espejo miraban
mis ojos sin conversación.
Recitaba mi boca palabras
inaudibles para mi garganta sin voz.
El espectro de mi alma callaba
en la senectud de esta noche partida.
Golpeaban en mi espalda cansada
los azotes de la desolación.
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Texto agregado el 27-11-2006, y leído por 127
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