Todos los días la veía pasar, su ritual de la tarde, como a las 5 PM después del trabajo.
Corría la cortina de la ventana y la miraba: su pelo, su boca, su cuerpo, todo reunía una imagen perfecta, pero él no se atrevía a hablarle, eso que era su vecino, sólo y solo la contemplaba.
Ella a veces subía su mirada al cielo y alcanzaba a verle los ojos junto con los dedos detrás de la cortina, él, rápidamente se alejaba, ella, extrañaba quedaba y continuaba su camino.
Un día, mientras regaba aquel gran masetero, sin darse cuenta dirigió su visión hacia el lugar de siempre, una gran sorpresa se llevó, cuando vio pasar a su musa una hora antes de lo planeado, sin notarlo le nació (quizás por el susto que se llevó, más bien sorpresa) un repentino, asustadizo, desenfrenado, sorpresivo aletazo que golpeó el frondoso artefacto, cayó en menos de un suspiro.
Un maseterazo se llevo de golpe la cabeza de su amada. Ahora él, tal como siempre, observa tímidamente buscando una sorpresa por su ventana...
... Ventana que esta maravillosa y tristemente enrejada.
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