EL PAQUIDERMO

Una mano amable le lleva el primer café de la mañana, lo que la impulsa a abandonar su cama y enfrentar el nuevo día. Día cada vez más ausente de sentido, sin asideros, que a veces busca en el vuelo de los pájaros o en el asomo y camino de la luna, que persigue por entre los edificios que la ocultan. Tiempo atrás, ella respondía como campana loca, asombrada por tanta maravilla.
...En el camino al trabajo hilvana frases, recoge palabras nuevas, coherentes, para no gritar un no puedo más al Paquidermo, su compañero de tareas.
-¿Qué te pasa ahora? le pregunta al verla llegar, escudriñándola tras uno de los dos pares de lentes que cuelga en el cuello, y que a veces equivoca el uso. Ella se enreda, la enreda el pasado oscuro, tan otro del presente, este presente tan esperado, tan peleado y que sin embargo la deja con las manos vacías, y la desesperanza que la penetra, porque no tiene filtro.
...Cómo explicar esa languidez que la consume cada vez un poco más, quitándole vida. Paquidermo cree en su capacidad, y la enfrenta sin compasión, -escribe, te estás mimando nuevamente- y la invade de futuro. No sabe que sólo son sus reservas que se agotan, la energía de él pareciera aumentar el desmayo de ella.
....Una tarde, concentrado, tratando de entender la mirada apagada de su compañera, cuyo único síntoma visible para él, había sido la pérdida de sus redondeces, quedó absorto en su repentina levitación. Con espanto, vio como el cuerpo de Matilde comenzaba a flotar en el espacio atrayendo las mudas hojas de papel, desparramadas en el escritorio. Un vientecillo improvisado entró por la ventana, haciéndolas girar en ronda, envolviendo a la mujer en una urna blanca que luego se rompió en mil pedazos, cayendo sobre la incredulidad del Paquidermo. El, nunca sabrá si lo ocurrido, fue su imaginación de artista o una última excusa de ella.