Aquel viejo cuidador del teatro estaba preocupado, recientemente se había estrenado en aquel lugar, la obra “El Fantasma de la Opera” y rondaba por su espíritu un extraño temor que le estremecía, pues siempre había escuchado los rumores de que sobre aquella ópera pesaba una maldición.
Aquella noche, después de la representación, los temores del anciano cuidador del teatro aumentaron considerablemente, pues le había estremecido la actuación del tenor que interpretaba al fantasma, su terrorífico desempeño en la ópera y la tragedia de su argumento.
A los pocos instantes, en el teatro, sólo quedaba el anciano cuidador que angustiado de temor, pensaba ir rápidamente a su habitación a refugiarse de la pesadilla.
Su pequeño lugar de descanso se hallaba contiguo al escenario y eso aumentaba su angustia, sin embargo infundiéndose inusitado valor, dijóse a si mismo:

- Bien, intentaré quedarme dormido pronto, así me evito estar pensando en esta estrafalaria maldición, pues, al diablo con El Fantasma de la Opera!.

Pero en aquel mismo instante que terminara de pronunciar la última palabra de su desafiante oración, desde el piano se desprenden sonoros y horribles acordes provenientes de las notas graves. Aquellos acordes disonantes y macabros jamás habían sido escuchado por aquel anciano. Su corazón entonces latió enloquecido de horror y temblando acudió al escenario y desafiando al imperio de las sombras grito:
- ¿Quién está ahí?

Pero nadie respondía, entonces en un esfuerzo supremo intentó correr hacia el piano desde donde volvieron a repetirse acordes infernales. Su corazón no pudo más y estalló víctima de tales horrores quedando su cuerpo tendido e inerte muy cerca del instrumento.
A la mañana siguiente, el inspector de policía informaba a la prensa:
- La muerte obedece a causas naturales, su corazón no pudo más.

Luego uno de los periodistas osó preguntar:

¿No habrá sido el Fantasma de la Opera ?

Pregunta que el piano contestó con horribles acordes de las notas graves debido a un gato que cruzaba corriendo el teclado y se perdía luego entre cortinas del escenario.

Entonces el corazón de la prensa se encogió, también el de la policía.

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(segundo lugar compartido, prosa24.)