TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / aelle / LA SOMBRA

[C:253886]

Cuando por fin llegó al lugar de la cita allí no quedaba nadie, solo oscuridad, solo soledad y allí se quedarían sus expectativas de una forma de vida mejor, de una vida digna, de una vida simplemente...
...Luego, lentamente fue reaccionando. Miró alrededor suyo como si alguien pudiera reconocerla, se arregló aquella falda que había decidido estrenar y que nadie contemplaría ya en su esplendor, esplendor que iba a comenzar esa noche con aquella falda, con aquella cita, aquella maldita cita...
Tiempo atrás ni siquiera se hubiera molestado en creer en su suerte, aquella que siempre le había vuelto la espalda por cuestiones del destino y que ahora tampoco parecía sonreírle, para una vez que creía, para una vez que sonreía. Ya llegará se dijo una vez, a todo el mundo le llega su turno, todo el mundo tiene la oportunidad, aunque sólo sea una vez, de ser feliz y ella no iría a ser menos. De eso hacía mucho tiempo y su turno no llegaba. Tampoco, se dijo, se trataba de provocarlo. El momento llegaría por sí solo, como cuando llegaban los estorninos en aquellas bandadas estridentes y numerosas puntuales a su cita con el sur, el sur cálido que los protegiera del frío invierno norteño.
Ahora que por fin tenía su cita con su sur particular que la apartara del frío de tantos inviernos acumulados en su corazón, corazón abrigado sólo por la esperanza, esta se perdía junto con su cita por que el destino, una vez más, hacía que la suerte le siguiera dando la misma cara que siempre le había mostrado. Y todo por un simple estornudo.
Bueno, la verdad es que de simple no tuvo nada. Fue tan repentino, tan brusco, que no pudo evitar el golpear con el espejo al cual se estaba mirando par saber si todo seguía en su sitio, incluso aquellas inquietantes arrugas que surcaban su frente para significarle que el tiempo se agotaba y ella, aunque nacida, aún no había vivido una vida. Por lo menos la suya. Siempre tuvo que vivir la de alguien, su abuela, su padre, su hermana. Le hubiera gustado vivir la de su madre, sí, hubiera sido la mejor, pero su madre se fue demasiado pronto y al irse le dijo a ella, la mayor de todas, que cuidase de todos, que viviera sus vidas, que su turno le llegaría con el tiempo. Una abuela trastornada, un padre que no quería vivir otra vida ¡que suerte¡ ¡ otra vida ¡ y una hermana demasiado pequeña para compartir la vida de todos un poco, sólo un poco. Sí, podría haberlo hecho, pero cuando pudo, le llegó su turno y se fue diciéndole a ella que ya le llegaría el suyo.
Al golpear, su frente partió el cristal y la hizo caer porque perdió por unos instantes el sentido, el sentido y el equilibrio, cosa curiosa, ya que, aquella caída tenía tanto parecido con su vida que hasta le hizo gracia ver que había perdido las dos cosas a la vez. Una vida sin equilibrio no tenía sentido y ella al perder ambos, perdía también su turno, por lo tanto en aquella caída perdía su vida. No obstante no pensaba resignarse, no, tenía una cita, alguien que por fin le daría a ella la vida que ella había dado con tanta generosidad, alguien que haría que sus canas y aquellas arrugas desaparecieran y volvieran cuando les tocara su turno, no antes, cuando su vida alcanzara el sentido que toda vida adquiere cuando se ve realizada y se pudiera mirar al espejo sin esperar nada más a que el tiempo pasara sin esperar a su vez nada de él.
Cuando se recuperó, vio que también perdía sangre. Ahora el destino, incluso le dejaría un recuerdo en forma de cicatriz, para recordarle, que estaba en su contra como la suerte.
¿Cuánto tiempo había pasado sin sentido? El tiempo, maldito tiempo también jugaba en su contra. Se miró al espejo hecho pedazos y vio su cara hecha pedazos, pero sólo eran reflejos, se puso una gasa en la frente para contener la pequeña hemorragia apretando con suavidad la zona afectada y luego se puso un par de tiritas. También vio que aquella camisa blanca y sedosa ahora tenía pequeñas manchas carmesí, pero ya no le quedaba tiempo para cambiarla o lavarla. Su cita, él, lo comprendería, la esperaría, seguro. Luego después de ver lo que se había hecho, la llevaría a algún dispensario para que la curaran y luego se irían de allí para sólo volver cuando lo hicieran los estorninos, para mantener el corazón y el espíritu calientes.
Corrió, voló...
...cuando por fin llegó al lugar de la cita allí no quedaba nadie, solo oscuridad, solo soledad y allí se quedarían sus expectativas de una forma de vida mejor, de una vida digna, de una vida simplemente...
Empezó a andar y a pensar en el sentido de la vida, de su vida, del poco equilibrio que le quedaba, del pozo negro que se habría ante sí y que empezaba a resultarle ciertamente atractivo. Un abismo ante el cual ya no sentía miedo o vértigo como en otras ocasiones cuando había pensado en él. Ahora ya, simplemente daba igual todo.
Se dirigió sin saberlo hacia el sonido cercano que las aguas frías hacían llegar a sus oídos y le pareció que aquel sonido era música celestial entonada en su honor y la invitaba a hundirse en la oscuridad que ahora se le antojaba cálida como los brazos de mamá cuando la arrullaban para dormirla en el tiempo en que aún tenía vida propia.
Se subió a la barandilla y no miró atrás, no tenía que despedirse de nadie...
...Saltó
... Y aquella falda que ya nadie contemplaría en su esplendor se rasgó e hizo un sonido que a ella le resultó familiar porque así se había imaginado que se rompen los corazones, pero también notó una presión en sus tobillos que la tiraban hacia arriba y como unos brazos cálidos le rodeaban su cintura y la obligaban a pasar al otro lado de la barandilla.
Cuando aquellos brazos dejaron que sus pies se posaran en el suelo, no supo que hacer, no quiso abrir los ojos, no habló, se sintió fría y vacía como si aquellos brazos la hubieran desposeído del único y verdadero momento de su vida que por paradojas del destino, eran los de su muerte. Ahora ya tampoco tenía eso.
- ¿Qué estabas haciendo?¿te has vuelto loca?¿es que no me has oído gritarte?
Aquella voz...era su voz, la de él, la de su cita, la de su turno, la del sur cálido.
- ¿ Cómo?¿ Cómo es que estás aquí? Acudí a la cita y ya no estabas, mi sur.
- ¿Qué dices?, pero sí aún no es la hora, aún faltan cinco minutos. Afortunadamente llegué antes de tiempo y vi como te dirigías hacia aquí, te llamé... ¿Cuánto tiempo había pasado sin sentido? El tiempo, había perdido la noción del tiempo y casi pierde otras cosas...
...Lo miró y al hacerlo notó como su corazón cantaba como los estruendosos estorninos cuando visitaban al cálido sur...y si vida ya no era una sombra de la vida de los demás...

Texto agregado el 25-11-2006, y leído por 164 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
30-11-2006 Muy buena historia, muy bien escrita...saludos.. Kurmos
28-11-2006 encantador texto y conmedor felicitaciones***** yeyson
28-11-2006 Increible historia, aelle, conmovedora y con un final alentador, escribe mas para que pueda seguir leyendote. Un abrazo. brujakika
26-11-2006 es maravilloso hasta que alfin alguien deja de sentir ese calor que susurra alos oidos de una voz suave o un abrigo de hojas que cubre el corazon me gusto felicitaciones neison
26-11-2006 Muy hermoso!!****** terref
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]