Aún estaba oscuro cuando la caravana pasó frente a sus ojos, Duer salió abruptamente no sin antes recibir de Azze una mirada compasiva. Azze se cambió el vestido de fiesta por el negro de seda, se colocó un sombrero de luto y volvió a alaciar su cabello. Duer estaría ahora en el panteón y ella debía acompañarlo, por lo menos desde lejos para hacerle sentir su amor.

El entierro fue todo un homenaje, Diur fue uno de los ancianos más importantes del pueblo desde la última invasión de los Shuroms, siempre fue leal, respetable, paciente y muy sabio. No merecía menos que el respeto y admiración de todos en el pueblo.

Duer aguantó las lágrimas sabiendo que el pueblo ahora se sentía vulnerable y él, como joven heredero del puesto de su abuelo en el consejo, debía mostrar fortaleza para evitar que los Treeshurianos sintieran temor por lo que la muerte del abuelo Diur presagiaba para todos.