Me hundía entre cenizas y mi voz intolerante susurraba a cada rato palabras sin sintonía. No sabía lo que me esperaba a la vuelta de la esquina, pero mientras largaba una bocanada, me insipiró el silencio y comenzé a pensar lo que capaz me pasaría. Dí la vuelta y todavía no sospechaba nada, las calles eran notorias, sin embargo el piso parecía chicle, un chicle que se pegaba, que dejaba huellas, mis huellas en ese camino. Lo que pretendía yo, era no dejar mis pasos, no quería que nadie sepa que yo andaba por ese terreno, nadie tenía que saberlo, sim embargo el piso no ayudaba, en sintesis me estaba hundiendo cada vez más. No podía gritar, me descubrirían, no podía colgarme de nada para salvarme, el terreno era baldío, no podía sostenerme de nada, de nada. Confiar en mis instintos no servía,ya que, poderes no tengo, y fé menos, solo tenía una posibilidad, hundirme sin dolor, preparandome mentalmente para conocer la muerte, algo que sin dudas, alguna vez iba a conocer, no sé si era el momento o el lugar indicado, tal vez no, sin embargo no tenía opción.
La muerte se acercaba, aunque todavía podía respirar, profundo y pausado, y solo un ventolín pudo resfrescarme la cabeza que era la única parte que estaba descubierta de ese piso. Pronto mi silueta quedaría marcada para siempre en esa cosa rara que no podía describir, ni como arena movediza, ni como chicle, no tenia el vocabulario para describirlo. Las horas pasaban, mi agonía era estupenda, adrenalina se sentía en el último paso, que no quería dar, no lo quería dar, pero otra no quedaba.
Sin darme cuenta, mi momento se acercaba, me encontraba en la fosa y ya era tarde, abrí mis poros para entregarme a lo que describía como fango, los pulmones no aguantaron, en minutos todo terminó.