Cuando David entró, Laura bailaba en su cuarto.
Laura iba vestida con una camiseta de manga corta negra. Le iba grande. Justo encima de sus pequeños pechos llevaba un gran letrero rosa; decía: LOVE ME. No llevaba pantalones, la camiseta le cubría hasta medio muslo.
Las piernas desnudas, hasta los tobillos. Sus pies cubiertos con unos calcetines con líneas de colores no dejaban de moverse. Saltaban a un lado y a otro. Su pelo castaño lacio le cubría parte de la cara. Se agitaba a un lado y a otro de sus mejillas, arropando de vez en cuando sus infinitos ojos negros. Su rostro pálido. Sus labios morados, entonaban una canción en inglés que David no supo reconocer. Voz muy dulce.
Sus oídos cubiertos por los auriculares de su discman no oyeron entrar al chico. Laura llevaba puestas esas gafas de cristales gruesos que jamás se ponía para ir a clase, intentaba evitarlas a toda costa. Le parecían demasiado grandes. No le gustaban.
David pensó, al verla, que era muy guapa. No le importó su aspecto un tanto desarreglado.
Sus piernas, inmensamente blancas, delgadas como dos palitos y desnudas le produjeron un escalofrío al recorrerlas con su mirada. Laura tenía un cuerpo que a David le volvía loco. Quizá fuera por su forma de moverlo, o por su infinita suavidad (que recordaba de cuando se dieron la mano aquella vez…) o, quién sabe por sus curvas tan poco marcadas que le recordaban a las de una niña al llegar a la pubertad.
Antes de que David tuviese tiempo de abrir la boca, Laura se giró y dejó de bailar. Se sonrojó al ver a David en su cuarto. Que ella recordara ningún chico había entrado en su habitación hasta el momento. Al instante, se llevó las manos a las gafas para quitárselas y, sin saber que hacer con ellas, las agitó en su dirección. También apagó el discman.
- Hola - dijo. - ¿Qué haces aquí?
- Quería verte… ¿Te parece mal que haya venido? - dijo David disculpando su intromisión.
- No, claro que no. - Sonrió.
David estaba al otro lado de la habitación y entre ambos estaba la cama, con las sábanas arrugadas y echas un ovillo, y encima un retrato que Laura había echo de memoria a Sela.
- Lo has colgado - dijo David. - Creo que es muy bueno.
- Tú y yo y nadie más.
- Mi madre también lo cree.
Laura dibujaba muy bien. Sus compañeros de clase, desde el día en que la sorprendieron con un dibujo de una chica desnuda, pensaban que era una niña rara.
Entonces David se acercó a Laura y la besó en los labios. Solo un impulso. Ya lo habían hablado otras veces. Ambos sabían que solo era un experimento. David solo había besado a Sela, y Laura nunca había besado a nadie, de modo que David se decidió a besarla y a ver que pasaba.
- No siento nada - dijo David después del beso. Se tumbaron en la cama entre las sábanas revueltas, uno al lado del otro. Laura miraba al techo. David miraba a Laura.
- ¿Sentiste algo cuando besaste a Sela?
- Sí.
- ¿Qué?
- Que quería más. Esa noche soñé que volvía a besarla y me pregunté si ella pensaba lo mismo.
- ¿Y en sexo?
- Aún no había ido tan lejos.- dijo David.- Ahora te beso a ti y no es lo mismo.
- Podíamos seguir intentándolo. - propuso Laura - Estoy dispuesta si no se lo dices a nadie.
- Creía que te gustaban las chicas.
- Hagamos un pacto. - dijo Laura. - Imagínate que yo soy Sela y yo haré lo mismo.
- Eso es totalmente neurótico. - dijo David.
- Entonces, ¿no quieres?
- Enséñame otra vez tus dibujos.
- Puede que yo sea una neurótica - dijo Laura riéndose, mientras sacaba de su carpeta su cuaderno de bocetos; estaba lleno de dibujos que había copiado de Playboy, reduciendo o agrandando ciertas partes y añadiendo pelo y arrugas en las zonas retocadas -, pero al menos no soy un pervertido del carboncillo.
- Podemos volver a besarnos, si quieres - dijo Laura, después de dejar sus dibujos en el suelo.
David se volvió sonriendo. Había empezado a disfrutar con los experimentos.
Le gustaba que Laura le mirara de esa forma tan especial. Le gustaba que ella maldijera y odiara el instituto. Le gustaba lo inteligente que era, también sus risas y su infinita dulzura.
Laura se sentó a su lado en la cama, estiró la camiseta hasta sus rodillas.
- ¿Quieres quitarte la chaqueta?
Y él se la quitó.
Y así, Laura se lanzó sobre David y los dos se volvieron a besar una y otra vez. Cuando David puso su mano en la pierna derecha de Laura, como quién no quiere la cosa, y empezó a acariciar su muslo arriba y abajo dejando ver su ropa interior negra, Laura lo miró a la cara.
- ¡Mierda! - dijo. - Creo que siento algo.
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