Ya sé donde estás. No me pidas que le ponga un nombre, eso es lo peor. A lo mejor, si no hubiésemos cometido el típico y grave error de ponerle nombre a todo, incluso al hecho de ser dos en uno, uno en dos, a lo mejor... A lo mejor no hubiésemos tenido que soportar el peso de éste plomo hundiéndonos los estómagos. Y tal vez jamás hubiésemos sentido estos nudos indisolubles en la garganta. Mucho menos la necesidad de sentirnos envueltos en un abrazo mutuo y tembloroso, húmedo como las lágrimas que no supimos contener.
Ya sé donde estás. Un lugar raro, frío, en penumbra y lleno de voces que susurran al oído, que persiguen sin razón aparente, voces tristes y enojadas a la vez, que te acuchillan poco a poco con sus: "¿Porqué?".
Y, aunque no lo quieras, aunque no lo creas, yo también escucho las voces. Escucho sus susurros persiguiéndome, acosándome cuando la almohada me tienta a sumergirme en el más profundo sueño. ¿Sabés qué me dicen?
Me dicen que no te deje ir, que me dé cuenta de que todo esto no es más que el peor de los errores, que si tanto esperé para tenerlo, no puedo simplemente dejarlo ir.
Y sin darte cuenta me desgarraste el alma, tus palabras fueron, todas y cada una de ellas un puñal. Pero un puñal desde adentro. Desde la parte más sensible, más tierna, más vulnerable de mi ser.
No quiero verte lejos, no puedo SABERTE lejos (Cosas muy distintas, realmente)
No hay forma de explicarlo, sabés que no puedo, y sabés que no es necesario. Simplemente necesito quererte, amarte, sentirte.
Simplemente, te necesito. |