El reloj avanza lentamente, cada que lo consulto solo han pasado 5 minutos, estoy desesperado, ya no puedo esperar porque la hora llegue, los días últimamente han avanzado lentamente, pesados, como si golpearan mi cuerpo. La noches son cortas y los días largos, se siente como si no se descansará. El tiempo no alcanza para borrar la cosas que se tienen que hacer de la agenda, sin embargo se alarga cada que se piensa en el día, en la hora, en la fecha. Las cosas comunes se hacen tediosas, la mente ya se canso de soñar, de imaginar, perdió la capacidad de asombro, simplemente espera que pase un minuto mas un día mas un momento. El aprendizaje llego a su limite, esa esponja que era en los primeros años de vida ahora es simplemente una cubeta repleta de agua, que si se le agrega más, tira más. Estas a un punto de la ebullición, los problemas sencillos que se resolvían en minutos sin causar mayor daño, ahora son tormentas en vasos de agua, convirtiéndose en huracanes minuto a minuto.

La tolerancia desapareció, se hundió hasta el fondo de un océano de complicaciones con magnitudes sin precedentes. Lo misterioso de la mente humana es esa capacidad por exagerar las situaciones negativas tanto como positivas. Cuando nos sucede algo bueno somos los seres mas felices del mundo y todo nos parece una fiesta, sentimos una explosión de alegría dentro de nosotros y lo único que queremos es compartirla. Sin embargo, cuando sucede lo contrario llegamos a deprimir tanto nuestros sentimientos que la percepción del mundo se vuelve sombría, todo es gris, nada tiene sentido, todo lo que hacemos esta mal y la mayoría de las veces no queremos hacer nada, nos sentimos apagados, sin chispa, nuestro humor desaparece, nuestra visión objetiva del mundo se vuelve surrealista con un exceso de negatividad.
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