La emoción de beber de tu boca se disipa al oír cerrar la puerta, la sensación de tus caricias prendiendo cada milímetro de mi piel se graba en mi memoria, aquella entrega sin medidas, sin horarios, sin geografía es convertida en un sueño inalcanzable. La comparación y la metáfora se quedan cortas al tratar de explicar ese sentimiento de amistad y deseo, entre mezclados, dando como resultado un hibrido nunca antes conocido, inédito, inventado por la pasión. Solo se puede explicar con lo burbujeante del erotismo entre dos cuerpos que se aman, desnudos ante la belleza de la amistad; lo refrescante de un abrazo, un beso en la mejilla y una fraternal platica anhelando poder prescindir de la ropa, para el goce absoluto de la grandeza de los cuerpos; los millones de sabores diferentes que podemos encontrar durante el acto de devorarnos, en la conquista absoluta del ser: por el capricho de que cualquier encuentro culmine en victoria. Después todo lo bello se entristece, se vuelve gris, se opaca, se convierte en un martirio tormentoso debido a la presencia de seres ordinarios, gracias a los cuales no podemos comenzar la batalla. No puedes ser mi ninfa ni yo tu príncipe azul, nos privan de nuestros suspiros, nuestras miradas penetrantes, mordiscos, ternuras, mis cariños, tus mimos, seducciones, peleas sin perdedor, triunfo de dos. De tu y yo en el abismo de nuestra inmensidad, redescrubiendo nuestros cuerpos, redefiniendo el amor, el deseo, el sexo, lo sensual, lo sexual, yendo mas allá de lo erótico ignorando los limites, llegando a la cima, anclándonos en la cúspide, fusionados, respirando y sintiendo, juntos. La noche, el día, el alba, el tiempo, lo eterno, lo material, lo espiritual, todo exclusivamente todo, nos deja de importar. Un limbo nos rodea en el preciso momento de olvidar el que dirán, no perdonando nuestros deseos sino todo lo contrario liberamos nuestra pasión para honrar al amor conjugado con amistad y acentuado por la lujuria.