°Camila°
El arquitecto abrió la puerta de metal blanco, con las pequeñas ventanitas en vitral multicolor, apenas si medía dos metros de altura pero de ancho albergaba poco menos de un metro, “entrada curiosa” pensó, pero lo que a continuación se vislumbró fue aún mejor; una diminuta salita con piso blanco y paredes del mismo color sostenían los libreros alrededor, estaban ahora teñidos de amarillo chillante, a la derecha, exactamente junto a la puerta, un ventanal mas ancho que la puerta mostraba el porqué esos departamentos eran tan codiciados en la ciudad, recogida, estaba una persiana lila azulada que de vez en vez cerraba o invitaba a la vista de la zona boscosa de la ciudad y sobre la pared de al lado, una diminuta pero exquisita ventanita daba hacia la vía férrea, al frente dos escalones de madera del mismo color que el librero junto a una minúscula chimenea y un balcón daban vida a lo que en una casa mas grande los arquitectos le llaman “doble altura”, a mano derecha y subiendo los escalones, se lograba ver una menuda cocina integral de madera bien barnizada, a leguas se notaba que se estaba estrenando con aquellos azulejos blancos impecables, junto a la estufa, la terminación del baño se lograba ver con su tono gris azulado, una puerta amarilla guardaba la habitación y el servicio, que visto desde dentro tenía la forma de un submarino, la puerta ovalada de arriba y cuadrada de abajo, escondía un baño azul precioso, a la izquierda de la entrada un closet con puertas de madera y lo mejor, allá, al fondo, un ventanal del ancho y largo de la última pared arropado por persianas lila azuladas observaba la zona comercial de la ciudad con una vista en la altura impresionante, al abrir las persianas ni siquiera notó que a la derecha descansaba un lavadero un poco extraño, todas las paredes eran blancas y los reflectores diminutos se escondían en sendos nichitos como detalle, todo era perfecto, lo quería para ella sin importar la mensualidad, desde entrar imaginó sus muebles ahí, no eran muchos pero tenía tantas ideas para arreglarlo que quedó hechizada; cruzó algunas palabras con el propietario y acto seguido cerró el trato.
A las ocho de la noche el camión de mudanza terminó de bajar los muebles y aún sin contrato de luz, con unas velas decorativas que ella misma hacía se dispuso a cenar algo rápido y empezar a desempacar, primero la habitación, con el mayor cuidado y dedicación puso la cama, la vistió, adornó con la pequeña “Camila” un cajón de madera que hacía de buró y puso un par de velas cerca de ella, “Camila”, muda amiga le escuchaba atentamente, después el comedor, fue lo que más trabajo le costó, no sabía cómo acomodar el refrigerador que aunque encendido, había vivido con ella los últimos cinco años vacío, si acaso, era acompañado de vez en cuando por un litro de leche sabor fresa y el aderezo que nunca faltaba, los trastes, todos en par idénticos, le dieron una vista diferente a la frialdad de la cocina, por último la sala, vistió el piso de alfombra azul, puso los cajones de madera que hacían de sillones, los vistió en tela y cojines, la mesa de centro se embelleció de flores y velas decorativas y una vez terminado de desempacar se sentó a beberse una botella de vino frutal que ya estaba fría, encendió el cigarrillo, puso leña a la pequeña chimenea, fue hasta entonces, que la espuma del vino comenzó a hacer merma en su cuerpo agotado por la melancolía, se recostó sobre los cojines con los ojos cerrados, aún podía sentir el calor que destilaba la chimenea y en el departamento de al lado alguien oía a José José, abrió los ojos y entonces encontró la verdadera magia de su nuevo hogar, solo hasta ese instante pudo ver las estrellas titilar en un cielo frío y negro a través del techo de cristal, siguió la rectitud del lugar y en su pequeñez le mostró la inmensidad y fortuna de vivir en el cuarto piso del edificio, boquiabierta, sus ojos se llenaron de brillo al contemplar lo que antes no notara y unas lagrimas se le escaparon mientras la luna la miraba estremecerse desde la altura, fue hasta entonces y después de seis años de ocultarse hasta sí misma, que se levantó la manga de la tricota y clavó la vista en la cicatriz; los recuerdos se agolparon en la cabeza y el estómago resintió el terror del pasado, la punzada se sintió tan hondo que si no estuvieran oscilando las mechas de las velas, hubiera jurado que el aire se había acabado, por mucho tiempo había perseguido el departamento y por fin, ahora que lo tenía, ya no estaba el para compartirlo, ya no y sabía perfectamente bien que tampoco volvería para compartir de aquél submarino citadino pero por sobre todo, del impresionante paisaje tras el techo de cristal; se levantó aún con la copa de vino en la mano y se dirigió a la habitación, “Camila” la esperaba con sus moñitos multicolor, se sentó a su lado y mientras acariciaba sus suaves hojas de un verde excepcional, comenzó a llorar amargamente mientras mil preguntas aparecían surcando su cielo y nublando la vista, encogida en posición fetal se recostó y se arropó con el cobertor king size que descansaba sobre la cama y sin dejar de ver sus muñecas heridas, se prometió que a partir de ese momento nunca mas le lloraría y arrancaría su corazón si era necesario para no oír su nombre en cada latido, finalmente aquél que había sido el ser mas hermoso y estupendo que le había dado la vida, también era el cruel verdugo de cada instante de sus días; imágenes fugaces se arremolinaron ante sus ojos y aún con el dolor en las manos, volvió a bajar la manga de la tricota ahora teñida por un río malva que brotaba de sus tímidas venas, lloró sin consuelo acompañada de “Camila”, que iba dejando caer sus hojas sobre el cajón de madera y con cada lágrima, el dolor se fue durmiendo, las velas poco a poco se consumieron en solidaridad, hasta que el alma no sintió mas pena, el orgullo de saberse en ese sitio que siempre desde la acera le abrazaba y el cansancio hacia todo, incluyendo a su monótona y deprimente vida, la arroparon y le dieron la paz que necesitaba para poder por una vez en su vida, descansar...
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A Camila, eterna compañía de mis noches apagadas…
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5/Noviembre/2006 |