°El Manto Divino°

Para Nacigh, con el cariño que han dejado las experiencias y los años compartiendo esta hermosa amistad...

-Aquella frase verídica repiqueteando en el seso-
“No lo hagas, pues si lo haces haré lo mismo, finalmente, no es vocación, ¡es orgullo!, ¿qué no ves que yo nací para vivir mi vida contigo, sin importar la manera?…”

La lluvia asoma la nariz a través de las nubes, se disfraza de luz y acaricia la mañana, aún cuando toda la noche ha llorado, el cielo se abre y se deja escapar un brazo de sol, un hermoso arco iris ilumina el horizonte, a lo lejos, el tenue verdor de los árboles mecen el contexto y este cuadro pintoresco que declama una poesía triste, se cristaliza en una pequeña fotografía que he tomado para otros tiempos.

El perfil de viejas ansiedades camina de puntitas a mis espaldas, suave brisa entra por la ventana, hoy ha hecho demasiado frío y sin embargo, siento calor en las entrañas, una dulce y anticuada melodía se escucha allá afuera y el aroma abrasador a tierra mojada se acuna en la memoria, miro hacia la mesa de a lado y una tierna rosa blanca se crispa, ahora solo le quedan un par pétalos cafés, pero en su mejor momento deleitó mis pupilas con su impecable vestido blanco y me acarició el alma transformando esas lágrimas en sonrisas.

El sol retira lentamente su brazo mientras las nubes cierran el cielo lentamente, suave mano angelical hecha espuma grisácea, se van poco a poco acercando una con otra, y el cielo teñido en un lánguido color marchito, se empareja quedando un solo tono, el aire corre con fuerza, allá a lo lejos, se le oye silbar con los árboles, las hojas que caen, crujen raspando el pavimento, y en el jardín, el pasto se mece enternecido, el rocío me llega a tocar el rostro y con el, una brisa punzante se anida en el alma, es hora de irse, la lluvia se acerca, me vuelvo sobre mis talones y con la mirada nostálgica, advierto que allá a lo lejos, un hombre vestido de negro me observa.

Las mejillas se sonrojan y un calor inusual se apodera del rostro, sé quien es y trato inútilmente de apartar su mirada, camino de puntitas tratando de no hacer ruido, no quiero que alguien me note, aún cuando se que a lo lejos, el hombre de negro me sigue, bajo la mirada y me escondo tras el hábito, me aferro al crucifijo que pende en el pecho y oro una vez mas en silencio, el suave murmullo del viento, me vuelve a contar la vieja historia, programa la cesión de imágenes en la tristeza de los ojos y aún cuando está lejos le oigo decir mi nombre…

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7/Octubre/2006