La niña sentía miedo,
el oso gigante rondeaba por los alrededores,
y no temía precisamente aquella niña al oso;
Temía por la polilla,
esa polilla gigante que chocaba una y otra vez con la ventana de su pequeña casa.

Lo mejor era no salir,
pero algo extraño sucedió,
las dimensiones cambiaron,
la niña se vió fuera de casa,
pero relamente estaba dentro de ella,
y cuando se dió cuenta de ello ya era tarde,
la polilla estaba dentro de casa, revoloteando la luz.

Sus manos solo acataban el instinto defensor con un tenedor que ya estaba instalado en sus manos.
Cuando los brazos se le durmieron de tanto pelear con la polilla, cayó exhausta en la silla.
Al parecer la polilla también había caído exhausta, pero en bandeja a la niña, para hastiarla de polilla quizás.

Pero todo era producto de esos vagos recuerdos que el humano suele tener. Ella yacía en la inmensa panza del gran oso. Todo era tan extrañoi, todo fue tan extraño...